Trump, que había provocado grandes risotadas al inicio de su discurso, pareció perder al público cuando repitió una dura acusación sobre Clinton, provocando abucheos poco habituales en una velada que pretende recaudar dinero para niños desfavorecidos de toda Nueva York.
Pareció mantenerse en la línea al hablar sobre cómo “escuchar a Hillary hablando y hablando sin parar” le había hecho apreciar más a su antigua némesis Rosie O’Donnell. Pero aparentemente traspasó el límite al referirse a su rival como “corrupta” durante una larga diatriba sobre la investigación del FBI sobre su uso de un servidor privado de correo cuando era secretaria de Estado.
“Hillary es tan corrupta que la echaron de la Comisión Watergate. ¿Cómo de corrupto tienes que ser para que te echen de la Comisión Watergate? Bastante corrupto”, dijo ante abucheos y al menos una petición de que saliera del escenario.
Después pareció casi retraerse a los ataques habituales que lanza en sus mítines, dejando las bromas a un lado para hablar sobre el contenido de unos correos electrónicos pirateados de la campaña de Clinton.
“Hillary cree que es vital engañar a la gente teniendo una política pública y una política totalmente diferente en privado”, dijo ante un creciente desagrado de los asistentes. “Aquí está esta noche, en público, fingiendo que no odia a los católicos”.
Clinton también hizo ataques personales, como una broma en la que dijo que la Estatua de la Libertad, para la mayoría de los estadounidenses, simboliza la esperanza para los inmigrantes.
“Donald mira a la Estatua de la Libertad y ve un 5”, dijo Clinton. “Quizá un 5, si suelta la antorcha y la tablilla y se cambia el peinado”.
Trump y Clinton se sentaron a una silla de distancia, con el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, actuando como única separación. Cuando llegaron y ocuparon sus asientos no se saludaron ni hicieron contacto visual, aunque sí se estrecharon la mano al final del acto.
Dolan describió después su asiento como “el lugar más gélido del planeta”.
La mayoría de los ojos estaban puestos en Trump, del que se sabía que se enfureció por las bromas de Obama a su costa en la Cena de Corresponsales de la Casa Blanca en 2011. El empresario no es conocido por reírse de sí mismo.
Algunas de sus bromas tuvieron éxito, provocando risas del público y de Clinton.
Su chiste mejor recibido fue cuando habló de las entusiastas críticas a Michelle Obama por un discurso reciente. “Creen que es absolutamente genial. Mi esposa Melania da exactamente el mismo discurso, y la gente la critica”, bromeó.
Algunas de sus chanzas mostraron un destello de humor que ha estado en su mayoría ausente de la dura campaña. Clinton fue la primera en reírse cuando Trump dijo que habían chocado antes en la gala “y simplemente me dijo ‘Perdóneme”’, en un juego de palabras para un término que también significa “indulto”, una poco sutil referencia a las frecuentes afirmaciones del magnate sobre que su rival debería ir a prisión.
Clinton, por su parte, se rio más de sí misma, bromeando con que se había tomado un descanso de su “horario de siesta habitual” para asistir a la cena y sugiriendo que el público debería estar contento de que no fuera a cobrar su tarifa habitual para dar discursos ante posibles donantes.
Pero también lanzó dardos a Trump, algunos de los cuales provocaron abucheos aislados. Clinton dijo que comprende por qué Trump era reacio a utilizar un “teleprompter” —un dispositivo electrónico que sirve de apuntador en discursos— porque son difíciles de seguir y “supongo que es aún más difícil cuando lo estás traduciendo del ruso original”.
La cena lleva el nombre de un exgobernador de Nueva York que fue el primer católico en recibir una nominación a presidente de uno de los dos grandes partidos en 1928, cuando se presentó sin éxito a la Casa Blanca. Y de forma adecuada para un acto en honor de un hombre apodado “El Guerrero Feliz”, la ocasión ha producido docenas de bromas memorables sobre los aspirantes a presidente, y momentos sinceros de buena voluntad que han quedado en gran parte ausentes de la campaña en 2016.
“No puedo desear suerte a mi oponente”, dijo John McCain en 2008, volviéndose hacia Obama, “pero le deseo que le vaya bien”.