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Trump antes y después del triunfo
Contra todos los pronósticos y encuestas que señalaban a Hillary Clinton como la virtual ganadora de las elecciones estadounidenses, Donald Trump venció en los comicios, tras una durísima contienda ante la demócrata que estuvo muy cerca de convertirse en la primera mujer en ocupar el cargo de presidente de los Estados Unidos.
Las encuestas no lograron detectar el fenómeno del votante silencioso, es decir las personas que se sentían identificadas con el discurso del magnate republicano, pero que no se atrevían a confirmarlo públicamente. Trump logró capitalizar la insatisfacción, frustración y malestar del estadounidense promedio y su rechazo ante la clase política.
El prototipo de personas que votaron por él, fueron del área rural, hombres, gente mayor y blancos. Elegir a Donald Trump fue un paso arriesgado, pero la única opción de cambio, por ser un hombre acostumbrado a romper con lo establecido y muchos ciudadanos estaban inconformes con el “establishment político” y deseaban una transformación radical.
En su discurso populista reflejaba conocimiento e interpretación de las necesidades del típico americano, les decía lo que querían oír: “Haremos grande a Estados Unidos otra vez”.
Claro está, no es lo mismo hacer promesas de campaña electoral, que tener que gobernar al país más poderoso del mundo, con todos los obstáculos que va encontrarse en la realidad. Y cuando inicie su trabajo en la Casa Blanca comprenderá que un gobierno no puede manejarse exactamente como una empresa (o sea su expertise), esto seguramente lo obligará a bajar el tono de voz y retórica. Por lo que la gente que esta intranquila, debe calmarse.
Después de estas elecciones el pueblo estadounidense está dividido, algunos asustados, y aun algunos de los que votaron por él, tienen una sensación de inquietud en el futuro, sobre lo que pueda pasar, porque Trump es un personaje impredecible capaz de hacer o decir cualquier cosa.
La victoria de Trump abre un período de incertidumbre no sólo para los estadounidenses, sino para el mundo entero, prueba de ello fue la caída de los mercados, las bolsas de Asia-Pacífico cerraron en rojo, el euro se disparó y el peso mexicano se desplomó. Algunos jóvenes descontentos se volcaron a manifestar en contra de los resultados.
Pero también fue tranquilizador escucharlo en su discurso de victoria, porque lejos hablar confrontativamente, su retórica fue conciliadora y prometió ser un presidente para todos. Ofreció diálogo y evitó hablar sobre temas polémicos que encienden los ánimos.
La gente votó por un cambio, por mejorar la situación del país y sin importar si son blancos, negros, latinos, asiáticos, todos los ciudadanos americanos anhelan una gran nación y tienen la esperanza de un mejor futuro.
El camino que le espera al nuevo presidente electo de EE. UU. no será fácil y su principal desafío será unir al pueblo americano y demostrar que puede ser un hombre razonable y conciliador, pero también firme y de manera inmediata levantar la economía del país, crear fuentes de empleo, combatir el terrorismo, dar una solución inteligente al problema de la inmigración y rediseñar la reforma sanitaria.
El discurso final de Hillary Clinton, fue de altura y pidió a sus seguidores que se reconozca la victoria de Trump, que se le dé la oportunidad de demostrar su capacidad. Los ciudadanos estadounidenses llevaron a cabo unas elecciones democráticas y es necesario respetar los resultados, producto de la decisión soberana del pueblo, deben dejarse atrás el odio y el rencor para empezar a sanar las heridas y poder sacar adelante al país con la esperanza y fe que ha caracterizado siempre a esa gran nación.
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