Existen alimentos que las producen, así como actividades y situaciones que las generan. Y dentro de estas, la compra u obtención de algo genera la producción de estas sustancias en nuestro organismo, las cuales estimulan el centro del placer y nos producen euforia, buen humor, bienestar, mejoran nuestro estado de ánimo y alegran el corazón, al menos en forma temporal. Es un estado o sensación placentera de corta duración.
Todo eso sucede al ir de shopping. Es algo que todos experimentamos, especialmente en los viajes, en los cuales llevamos como idea central las compras. Uno no sale de la tienda donde compra con la misma actitud con la cual entró. Se sale diferente, con niveles altos de estas sustancias en el organismo, como producto de satisfacer gustos y antojos y tener el dinero para gastar en ellos.
Pero el tema es que, satisfecho el deseo, viene el retorno a la realidad, pues por un lado satisfacemos el tema del placer, pero por el otro, nos damos cuenta que en lugar de haber aumentado nuestro capital, este más bien se vio disminuido por haber aumentado el de otros. Así, nunca pasaremos de la escasez a la abundancia. De la pobreza a la riqueza. Luego de pasarla bien al comprar, se estará frustrado y desanimado hasta la próxima vez que logremos superar nuestro estado de ánimo por comprar nuevamente y pasarla bien, aunque sea solo por un momento de inyección emocional de corto plazo y pasajero.
Y así se nos pasarán los años y las oportunidades, para al final de la vida productiva encontrarnos con un sinfín de cosas que cada día valen menos, en lugar de haber invertido el dinero en cosas que cada día valgan más y que nos generen ingresos de los cuales podamos vivir digna y placenteramente en los años en los cuales la energía ya está mermada, las oportunidades son escasas, las destrezas son menores y las fuerzas se ven disminuidas.
Otro elemento que también trae o produce recompensa emocional es el regalar o compartir, pues esto también produce dicha en el que da. De ahí que se nos enseñe que “es más bienaventurado o dichoso el dar que recibir”. Y no solo se puede dar algo material, sino algo que todos podemos dar sin gastar en estas fechas. Tan solo un abrazo, un apretón de manos, una caricia o mirar con dulzura a los ojos de un ser querido, también produce sustancias químicas, pues el cerebro libera oxitocina, conocida como la hormona del cariño, la cual permite que los seres humanos se acerquen los unos a los otros. De ahí que se busque pasar esta fecha entre familiares o conocidos para satisfacer esa necesidad humana de ser amados, valorados y compartir con otros. Demostrar afecto a quienes están solos para estas fechas, por medio de la calidez de un abrazo o la invitación a compartir con nosotros en el convivo familiar de la Nochebuena será provechoso para quien los recibe y para quien los da. Y sin tener que gastar en regalos de efímera existencia. Que tu diciembre sea inteligente y sensatamente celebrado, para que tu enero sea mejor que el de muchos.
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