En las charlas platicaban de futbol y supo que el Barcelona era su equipo favorito.
Las emociones y anhelos de ambos pequeños son las de cualquier niño, pero tienen a su cargo una responsabilidad que no les corresponde, al vender golosinas en semáforos de la zona 10, todo el día, con el temor de que en cualquier momento pasa la Policía Municipal para llamarles la atención o para desalojarlos. La calle es el lugar donde trabajan y comen.
Julio pudo darles una sorpresa con regalos y refacción, que los muchachos aceptaron con asombro y gratitud.
“Ningún niño debe estar en la calle vendiendo. Es necesario que la sociedad demuestre que le importan los niños”, reflexiona.