Si se piensa que la primera salida en falso del Ejecutivo, donde tuvo incluso que retirar la propuesta de reforma fue inoportuna, lo sucedido en Colombia en octubre pasado al presentar una reforma fiscal mucho más profunda días después que la población dijo NO a los acuerdos de paz negociados en ese momento, parecía bastante osado.
Para los que hemos seguido de cerca el proceso de modernización institucional de la Dirección de Ingresos y Aduanas Nacionales (DIAN), la aprobación del nuevo Estatuto Aduanero a comienzos de año y los efectos negativos que ha provocado el precio internacional del petróleo para el presupuesto colombiano, tenemos claridad que la reforma fiscal es inminente con o sin Acuerdos de Paz.
La propuesta de esa reforma incluye varios elementos interesantes que pueden servir como punto de reflexión en nuestro propio proceso y que para algunos podría ser ejemplo a imitar, y para otros, error que no se debería cometer.
Incluye la manera más sencilla y rápida de incrementar ingresos fiscales, la subida del IVA del 16 al 19%; sin embargo, no se aplica a algunos productos de la canasta básica: pollo, carne, útiles escolares y huevo. El paquete también incluye impuestos a los planes de datos telefónicos. Tampoco se “salvan” los usuarios de plataformas digitales como Netflix. Lo siento por los seguidores de House of Cards.
Posiblemente, uno de los elementos de mayor importancia de la reforma es la simplificación y disminución del impuesto sobre la renta a las empresas. A lo largo de los años se habían creado cuatro diferentes impuestos relacionados: sobre la renta, sobre la renta para la equidad, sobretasa y riqueza. En general, el ISR que pagan las empresas hoy día está en 43% y bajará en tres años al 32%. La simplicidad en el cobro y la disminución en la tasa apuestan por brindar un mejor ambiente para la inversión y por lo tanto, generación de nuevos empleos.
Otro elemento que está provocando muchas sensibilidades y que seguramente tendrá su oposición en el trámite legislativo ha sido la propuesta de 4 y 9 años de cárcel para evasores, un impuesto de casi US$0.10 por litro de gaseosas y bebidas azucaradas y triplicar el impuesto por cada cajetilla de cigarrillos, impuestos que se despacharán en la propia fábrica y que tendrán como destinatario al sector salud. Las críticas no se han hecho esperar donde apenas el 3% del consumo calórico son gaseosas, como la famosa y popular Manzana de Postobón, mi refresco favorito.
Otro elemento interesante es el del monotributo, impuesto del 1% que incluye IVA y rentas para pequeños negocios, como peluquerías, tienditas, abarroterías, etc., con ingresos entre mil y dos mil dólares al mes; al parecer, se presenta como impuesto “voluntario”, un verdadero contrasentido, ya que los impuestos son “impuestos”.
También la ampliación de la base tributaria, que se espera incrementar en 500 mil nuevos contribuyentes, al disminuir el techo de ingresos para presentar declaración obligatoria.
Con independencia del resultado final, aquí es importante ver el proceso colombiano para aprender las lecciones. Lo que resulta inamovible es la urgente necesidad del fortalecimiento institucional de la SAT: ninguna reforma será efectiva sin una institución fuerte y buena, con recursos y “dientes” para cumplir su mandato. Por otro lado, la reforma chapina debe buscar reglas simples, sencillas, fáciles de comprender y aplicar sin lugar a interpretaciones, que son caldo de cultivo de la corrupción.
Feliz Natividad del Señor.