La realidad del vertedero de la zona 4, y de otros en la capital, donde decenas de personas buscan alimento, contrasta con la compra anunciada de 52 pavos, jamones rellenos, codornices y otras viandas que la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia anunció en diciembre pasado y en el que el 73 por ciento de las familias en el 2016 no pudieron satisfacer del todo sus necesidades alimentarias, según el Índice de Desarrollo Humano.
Ayer en ese basurero donde el olor nauseabundo parece adherirse a la piel, una docena de niños junto a sus padres tuvieron un momento diferente al recibir un plato caliente de comida. “Mañana Dios dirá si tenemos suerte de encontrar algo de comer”, dice uno de los beneficiados.
Nisy, una pequeña que se cubría del frío bajo un sudadero celeste, luego de arreglarse su cabello ondulado, pregunta intrigada : “¿Cree que si sigo buscando pueda hallar una muñeca por aquí?”.
Por la tarde, manos amorosas prepararon una docena de bolsas con cenas que fueron entregadas en el vertedero, sin embargo, fueron insuficientes pues la necesidad es mucha y el hambre es mucha.