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El hecho de preocuparnos “reside absolutamente en todos”, porque la preocupación es un mecanismo que nuestra mente pone en marcha cada vez que intuimos posibles amenazas, posibles peligros. Pero admite que también es verdad que se aprende, y quizá haya determinados componentes de la personalidad que inclinen más la balanza hacia esta actitud.
Personalidades propensas
Hay personas más propensas a tener preocupaciones; son aquellas que tienden a ver el vaso medio vacío, personalidades pesimistas o que enfocan más los aspectos negativos de las situaciones.
Además, refiere Vera, las creencias con las que muchas veces crecemos y vamos interiorizando también fomentan la intranquilidad.
Por ejemplo, pensar que uno es más responsable cuando se preocupa.
“Todos hemos oído frases del tipo: “como no se preocupa de nada así le va”, o “debemos preocuparnos por las personas a las que queremos”.
Preocupaciones: estrategia de control
Muchas veces, explica, las preocupaciones nacen como una estrategia de control en personas que son perfeccionistas, planificadoras, que les gusta tener las cosas bien atadas.
“La preocupación es su estrategia para intentar previamente hacer frente a situaciones para que no escapen a su control”, señala.
En realidad, advierte, da igual todo lo que nos preocupemos, porque siempre va a ver situaciones o aspectos que no vamos a poder controlar.
La preocupación, concluye, “tiende a enredarlo todo”. Y en numerosas ocasiones se mezclan pensamientos de distinta naturaleza: “Vamos encadenando una cosa con otra y al final es hace una bola que va creciendo”.
En su libro propone algunos ejercicios escritos, porque explica que el mero hecho de reflexionar para luego escribir “invitan y fuerzan a tener que organizar nuestros pensamientos, a clarificar, a pensar de forma más ordenada”.
El poder de la escritura
Al volcar los pensamientos de nuestra mente al papel, tenemos que hacer un esfuerzo consciente para organizarlos y “esto ayuda a pensar con más claridad y ver el problema desde otro ángulo”.
Son muchos los ejercicios prácticos que propone este libro, como establecer un momento del día en el que preocuparte, de ser posible siempre en el mismo momento (mañana, tarde…) y más o menos a la misma hora.
Se trata de hacer una lista de tus preocupaciones, repasarlas y preocuparte durante el tiempo elegido, por ejemplo, 10 minutos.
Esto significa, apunta Vera, que cada día se establece ese único espacio de tiempo para poder preocuparse acerca de todo lo que se quiera.
Si a lo largo del día sentimos que empezamos a preocuparnos, hay que decirle a la mente: “Ahora no es el momento, luego te prestaré atención durante el tiempo que tienes fijado”.
Es verdad, reconoce la psicóloga en el libro, que esta técnica puede resultar llamativa y puede que más de uno piense que a primera vista parece un ejercicio algo absurdo, pero “yo les invitaría a probarlo y comprobar el resultado”.
Posponer la angustia
“Posponer la preocupación puede ser eficaz porque se rompe con el hábito de angustiarse en el presente”.
Por otro lado, defiende, no se lucha contra los pensamientos que generan preocupación o ansiedad, no se rechazan ni se intenta deshacerse de ellos, solo se aplazan en el tiempo.
Si se hace esto de forma sistemática todos los días “con el tiempo se va adquiriendo un mayor control sobre los pensamientos y es posible que se empiece a conseguir estar tranquilo durante un mayor intervalo de tiempo a lo largo del día”.
Para la portada de su libro, la autora escoge la siguiente frase de Mark Twain: “He tenido miles de problemas en mi vida, la mayoría de los cuales nunca sucedieron”.
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