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El paso de Rubén Darío por Guatemala

Se cumplen 150 años del natalicio del célebre escritor nicaragüense Rubén Darío, cuyo nombre de pila era Félix Rubén García Sarmiento. Recordamos en esta nota su paso por nuestro país.

Una de las varias fotografías que se conservan del "Príncipe de las Letras castellanas". (Foto: Hemeroteca PL)

Una de las varias fotografías que se conservan del "Príncipe de las Letras castellanas". (Foto: Hemeroteca PL)

Cuando Rubén Darío llegó por primera vez a Guatemala era un muchacho flaco de 23 años, con facciones pronunciadas, frente espaciosa, nariz y labios gruesos.

Para ese entonces ya había publicado la primera edición de su libro Azul, en Chile, clave del modernismo americano.El poeta pasó tres períodos distintos en Guatemala: de 1890 a 1891, unos meses en 1892, y durante 1915, poco tiempo antes de regresar, para morir, a su natal Nicaragua.

Poeta precoz

Rubén Darío nació el 18 de enero de 1867 en Metapa, Nicaragua. A los 3 años ya leía. Edelberto Torres lo describe en su libro La dramática vida de Rubén Darío como un niño delgadito, tímido y de aire triste; de un gusto extraordinario por la música y las letras. Desde muy temprano mostró su talento, por lo que le llamaban el Poeta Niño.

Creció en la ciudad de León, donde fue criado por sus tíos abuelos. Su fama de poeta precoz se extendió por la región, por lo que era invitado con frecuencia a recitar sus poemas en distintas reuniones. A los 13 años escribió por primera vez para un periódico, y a los 14 proyectó publicar su primer libro. Buscando nuevos horizontes se trasladó de León a Managua.

Precedido por la fama de poeta adolescente viajó a El Salvador en agosto de 1882, donde permaneció poco más de un año. Regresó a Nicaragua y residió allí unos tres años antes de embarcarse a Chile, cuando contaba apenas con 19 años.

Fue en este país donde publicó su primer poemario, Abrojos, y donde también sacó a luz Azul. Esta publicación atrajo la atención del crítico literario español Juan Valera, y así la fama de Darío traspasó fronteras.

Volvió a Nicaragua en 1889 y luego viajó a El Salvador, para asumir el puesto de director del diario La Unión. Sin embargo, cambios políticos en ese país, el 22 de junio de 1890, lo obligaron a marchar a Guatemala. En el vecino país quedó Rafaela Contreras, joven mujer a quien había desposado en ceremonia civil un día antes de su partida.

El Correo de la Tarde

Darío llegó a Guatemala el 30 de junio de 1890, cuando se conmemoraba el aniversario de la Revolución Liberal de 1871, motivo por el cual había actos cívicos en las calles. Se hospedó en el hotel Unión y se puso en contacto con su amigo el poeta cubano José Joaquín Palma, autor de la letra del himno nacional guatemalteco y a quien había conocido en Nicaragua. Para ese entonces el diario El Imparcial había publicado colaboraciones suyas.

Estableció contacto con el presidente Manuel Lisandro Barillas, y este, según la Historia General de Guatemala, le pidió apenas dos días después de su llegada que escribiera su primer artículo en el Diario de Centro América, el cual se publicó bajo el título “La historia negra”, firmado con el seudónimo Tácito. Este trataba sobre los hechos ocurridos en El Salvador antes de su partida.

Barillas también le pidió a Darío que se comunicara con los ministros de Hacienda y de Relaciones Exteriores, para la creación de un diario semioficial, del cual sería director y propietario. El 8 de diciembre de 1890 se publicó el primer número de El Correo de la Tarde, editado en la imprenta La Unión, del conocido político y hombre de letras Francisco Lainfiesta. Dos de sus redactores eran el escritor José Tible Machado y su sobrino adolescente Enrique Gómez Carrillo.

El Correo de la Tarde fue un periódico heterogéneo. Incluía artículos políticos y de otros temas, como industria, comercio, literatura y anuncios. Darío publicaba con seudónimos e invitaba a destacadas firmas, para atraer la atención de los lectores. “El contenido general da la impresión de ser un periódico literario más que informativo y comercial”, escribe Torres.

Durante sus primeros meses en Guatemala, Darío profundizó en el conocimiento de la mitología griega. “Los poemas más notables que escribe en Guatemala tienen esa fuente de inspiración”, agrega Torres.

Frecuentaba los ambientes intelectuales y así conoció al joven escritor Máximo Soto Hall, conformó más adelante, junto a Palma, una trinidad que Torres describe de la siguiente manera: “El poeta bayamés es el padre; Soto Hall, el hijo; y Darío, el Espíritu Santo”. Las reuniones solían celebrarse en la casa de Palma, donde saboreaban platillos cubanos y hablaban de arte, y Soto Hall le servía a Darío de traductor de los versos de Walt Whitman.

Lainfiesta, el dueño de la imprenta La Unión, admiraba la obra de Darío y deseaba ayudarlo, al ver las penurias económicas por las que pasaba. Según la Historia General de Guatemala, Lainfiesta le propuso al joven poeta publicar una segunda edición de Azul, la cual costeó y le obsequió, para que la vendiera y obtuviera algún beneficio. El libro salió de imprenta el 20 de octubre de 1890.

A la segunda edición, aumentada respecto de la publicada en Chile de 1888, se agregaron los Medallones, que ya habían sido publicados en el Diario de Centro América; el cuento La muerte de la Emperatriz de la China, el poema en prosa Romanza a una estrella, los sonetos Caupolicán, Parodi y Venus, el poema A un poeta, y tres escritos en francés —aun cuando no dominaba este idioma—, que retiró en las ediciones posteriores, al notar sus propios errores.

Después de seis meses hizo traer a su esposa, y celebraron la boda religiosa el 11 de febrero de 1891, en la capilla del Sagrario, en la catedral guatemalteca. Darío tenía entonces 24 años, y Rafaela, 17. Se establecieron en la 10a. calle oriente No. 18.

El Correo de la Tarde tuvo corta vida, y dejó de circular el 5 de junio de 1891. Darío se quedó sin trabajo, y su suegra lo convenció de que viajara a Costa Rica, donde tenía parientes. Llegó a ese país el 24 de agosto de 1891, y allí nació su primogénito, Rubén Darío Contreras.

Por segunda ocasión en Guatemala

Establecerse en Costa Rica fue más difícil para Darío de lo que había pensado, así que decidió regresar a Guatemala y se embarcó el 15 de mayo de 1892.

Para ese entonces había asumido un nuevo presidente en Guatemala, José María Reyna Barrios, pero este no estaba interesado en apoyar al poeta. Por coincidencia, Darío recibió una oferta de trabajo del gobierno nicaragüense, para integrarse en una comisión como representante de ese país en España, durante las fiestas por el cuarto centenario del Descubrimiento de América. Este viaje por Europa le dio un nuevo giro a su vida.

Amistad con Gómez Carrillo

Cuando Darío llegó a Europa, Enrique Gómez Carrillo ya vivía allí desde hacía algún tiempo. La amistad entre estos dos escritores comenzó durante el primer período que el poeta nicaragüense permaneció en Guatemala. Según Darío, fue él quien incentivó a Gómez Carrillo a salir de Guatemala a buscar nuevos rumbos en París, donde, pensaba, estaba su destino. Según el escritor guatemalteco fue una entrevista que hizo como reportero de El Correo de la Tarde la que le abrió las puertas para recibir el apoyo del gobierno de Barillas para embarcarse a España. Lo cierto es que ambos coincidieron en distintos momentos a lo largo de sus vidas en una amistad llevada a ratos en conflicto, con rivalidad.

El escritor Alfonso Enrique Barrientos los describe así en el libro Enrique Gómez Carrillo: “No eran distintos de carácter, eran más que eso: eran opuestos. El poeta, ensimismado; el cronista, extrovertido. El poeta, humilde; el cronista, arrogante. Rubén, deseando siempre apartarse, aislarse, como que su alma era para el silencio y la soledad. Enrique, al centro del festín, llamando la atención de todos, queriendo aparecer primero”.

Barrientos dice que las de ellos eran “enemistades momentáneas”, y la que los unía era una amistad literaria más que personal. Gómez Carrillo sirvió de anfitrión a Darío cuando este llegó a París y mantuvieron constante comunicación por carta a lo largo de los años.

La tercera y la última

Cuando Darío volvió a tierras guatemaltecas, su salud estaba muy deteriorada: el alcoholismo había hecho estragos. Llevaba seis meses de estar viviendo en Nueva York y su situación económica era precaria.

Para ese momento ya no era el joven lozano. Se había convertido en un hombre taciturno, meditabundo, de movimientos lentos. Había pasado 25 años desde que arribó aquí por primera vez.

Ingresó en Puerto Barrios el 20 de abril de 1915. Al llegar a la capital guatemalteca le esperaba una nutrida concurrencia de estudiantes, jóvenes escritores y residentes centroamericanos. Llegó a recibirlo un representante del presidente Manuel Estrada Cabrera. Darío venía con la esperanza de encontrar apoyo del gobernante.

El escritor se hospedó en el cuarto número 10 del hotel Imperial. Torres cuenta que “los muchachos aficionados a las letras convierten en su meca el hotel, pues todos se sienten sus discípulos, todos lo admiran”. En la intelectualidad joven que rondaba entre los 20 y 25 años de edad se encontraban Carlos Wyld Ospina, Flavio Herrera, José y Carlos Rodríguez Cerna y Rafael Arévalo Martínez, quien para ese momento ya había publicado El hombre que parecía un caballo.

La habitación que Darío ocupaba en el hotel Imperial era frecuentada, además, por nicaragüenses y originarios de los demás países del Istmo. Muchos comían y bebían a costa del gobierno de Estrada Cabrera, que pagaba los gastos de Darío.
La luna de miel entre el gobernante y el escritor terminó cuando este no escribió versos en la medida que el ego de aquel requería.

El libro Rafael Arévalo Martínez (de 1884 a 1926), de Teresa Arévalo, cuenta que “al no querer adular Rubén al dictador Estrada Cabrera en la medida que este lo deseaba, no perdió el favor presidencial, pero disminuyó ostensiblemente; y Rubén tuvo que mudarse del suntuoso apartamento del hotel Imperial a una modesta casita situada en otro rumbo menos céntrico de la ciudad”.

Al terminarse la abundancia también escasearon los “amigos” que lo frecuentaban. Teresa Arévalo cuenta que en esas circunstancias su padre era una de las pocas personas que seguía visitando al laureado poeta. Su situación física, anímica y económica pasaba por un mal momento. Temía a la enfermedad y la muerte.

La esposa de Darío para ese entonces, la nicaragüense Rosario Murillo, llegó a Guatemala a instancias de Soto Hall y Alejandro Bermúdez. Esta, que tenía años de no convivir con el poeta, lo encontró reducido a un pobre borracho molesto y lamentable.

Debido a que la salud de Darío empeoraba, Estrada Cabrera propició su viaje de regreso a Nicaragua, después de siete meses de haber vivido por última vez en Guatemala.

En noviembre de 1915 se embarcó hacia Nicaragua, donde llegó el 24 de ese mes. Falleció el 6 de febrero de 1916.
Se extinguió el poeta que dejó tras de sí su influencia como una figura literaria significativa para el desarrollo de la literatura hispanoamericana de principios del siglo XX.

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