CATALEJO

Ceremonia, no sarao

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LA FORMA COMO DESDE HACE algunos años se realizan los procesos previos y las elecciones internas en las entidades diversas de la sociedad guatemalteca, me ha hecho pensar en la lamentable equivocada decisión de convertir a la escogencia de quienes las dirigirán, en un sarao decimonónico cuyo resultado inmediato es eliminar la ceremonia y la seriedad necesarias en este tipo de hechos. A esto se agregan los gastos de promoción en anuncios en medios de comunicación masiva, y la conversión del lugar de los comicios en una feria donde hay licor, comida y, también, bellas y esculturales edecanes femeninas como un factor muy decorativo.

LA SEMANA PASADA se realizó la primera vuelta de la elección de la directiva del Colegio de Abogados y ello me recordó este asunto. Uno de los asistentes comentó su molestia y rechazo a causa del evidente gasto de dinero de varias de las planillas. Esto, me dijo, comprueba la posibilidad de ver a esta elección como uno de los escalones para una carrera pública, casi seguramente de tipo político-partidista, así como estar cerca de usar el poder implícito en quienes en razón de ese cargo participan en la integración de otras instituciones, como consecuencia de razones expuestas en cuerpos legales de importancia, en algunos casos el Ministerio Público.

ESTE MISMO SISTEMA SE HA aplicado en numerosas otras entidades gremiales, donde los votos a favor de alguien son inducidos por dádivas. Conozco el caso de una presidenta electa hace algunos años porque en la puerta de la sede de la entidad ofrecía panes con chile y tostadas. Se ha perdido la razón principal de llevar a los directivos, ahora electos por sus dádivas o por compadrazgo y “amiguería”. Este tema demuestra hasta dónde se ha llegado en asociaciones, colegios, cámaras, etcétera. Como por desgracia hacer votos por el cambio de esta actitud resulta tiempo perdido, lo menciono hoy solo para señalar un motivo más de pena y vergüenza.

Así camina el sistema

El sistema legal estadounidense ya se puso en marcha.

UNA DE LAS CARACTERÍSTICAS de las personas desconocedoras de la política —pero sobre todo de la enorme dificultad de aplicarle con éxito las reglas de la lógica y estrategias empresariales— se evidencia con la equivocada noción acerca del verdadero poder implícito en la presidencia de un país. Simplemente, no es posible llegar con una vara mágica a derribar entuertos, ni a hablar con franqueza rayana en la grosería y el irrespeto a simples normas nacionales o internacionales de urbanidad, o a tomar decisiones irreflexivas, sin tomar en cuenta otros factores de igual o menor importancia cuyo fin debe ser el de evitar innecesarios problemas de cualquier tipo.

A POCOS DÍAS DE haber asumido, el presidente Donald Trump ya comienza a sentir los efectos del funcionamiento de la democracia, tanto a nivel internacional como local. En este último campo, el más serio lo constituye la decisión de una corte federal de apelaciones, el sábado pasado, de rechazar la apelación presidencial a fin de mantener la vigencia del decreto contra los inmigrantes musulmanes. En otras palabras, ya comenzaron las batallas legales en un país donde, hasta ahora y pese a muchas críticas por tantas decisiones cuestionables, se mantiene la superioridad de la ley por encima de los ciudadanos, comenzando con el presidente del país.

A NADIE DEBE SORPRENDER esto. Debido a como está actuando Trump, es imposible de predecir la cantidad de acciones legales en contra de decisiones criticables. Así funciona el sistema. Tampoco debe ser motivo de extrañeza la cobertura mediática, porque son temas noticiosos de interés nacional e internacional. No será prueba de ser la prensa “un partido de oposición”, como expresó el pintoresco portavoz oficial de la Casa Blanca. Conforme pase el tiempo quedará claro: las promesas de campaña, cuando derivan del desconocimiento, son imposibles de cumplir. Las declaraciones, respuestas o diálogos intempestivos, son fuente de desprestigio y posibles crisis.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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