REGISTRO AKÁSICO

Guzmán Böckler se alzó contra la opresión étnica

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¿Acaso el opresor es sensato, cuando se le critica? En varios siglos de ventajosa posición se aprendió a disimular, se pueden embrollar los juicios y, lo peor, conjurar fantasmas y demonios para arruinar la denuncia. Ser ladino es ser taimado.

A mitad del siglo pasado, en la feria en honor del dictador Ubico, se puso un “paseo vernáculo”. Había unos pobres lacandones enjaulados que fueron traídos desde Petén, también estaban dispuestos sendos ranchos, con habitantes de diferentes pueblos indígenas del país. Los ladinos desfilaban ante el espectáculo. La revolución de octubre del 44 terminó con esas vilezas. Las diferencias étnicas no impidieron votar después de escuchar diferentes ofertas electorales. La “liberación”, patrocinada por EE. UU., segó el cambio.

El régimen etnocrático buscó recomponerse, la derecha volvió al paternalismo de “nuestros indígenas” y la izquierda los caracterizó como “reserva de la reacción”.

Las ciencias sociales estaban copadas por decenas de antropólogos norteamericanos que borraban a los pocos etnólogos alemanes. Los ayudantes de los estudiosos norteamericanos eran veleidosos, manifestaban su afecto por Stalin, sin tener bases teóricas socialistas.

En 1960 ocurre la revuelta. En Xelajú, Humberto Flores Alvarado, 1930-2010, llama a utilizar al marxismo para denunciar la postergación de los indígenas. Jean Loup Herbert, 1941 2005, un cooperante francés, con materiales de primera mano, mostraba la inminencia de la rebelión del altiplano. En la ciudad de Guatemala, el profesor universitario Carlos Guzmán Böckler, 1930 2017, junto con Herbert, publicaron un texto pleno de los avances de las ciencias sociales: ecología, interpretación cultural, etc. para denunciar la opresión de los pueblos mayenses. En los bosques del altiplano, Gaspar Ilom, 1939 2005, llamó a la revolución para acabar con el racismo.

Frente a dichas tomas de posición, los intelectuales ladinos se incomodaron, pero no se les oyó. La juventud universitaria se pronunció por terminar con la etnocracia ladina y a favor de la revolución. Con actos de genocidio se intentó acallar la realidad multicultural. Después de firmar la paz, ya no se atacaron abiertamente las posiciones a favor de los pueblos indígenas, sino se buscó convertirlas en confusas y relegar al liderazgo indígena consecuente.

Un dilatado exilio de científicos se generó por una campaña de asesinatos terroristas en la universidad pública. Los funcionarios recurrieron al transformismo ideológico, o sea, la hipócrita adhesión formal contra la pobreza y sostener los privilegios de secta. Llegaron al colmo de adjudicar las posiciones en contra del racismo a intelectuales que habían sido abiertamente contrarios a la reivindicación étnica.

A pocos días de la sensible pérdida de Carlos Guzmán Böckler, los ladinos citan a sus detractores y oponentes. ¿A qué viene esa impertinencia? Cierto, no está prohibido recordar debates, pero el lugar para exorcismos y anatemas son sus aulas sin libertad de cátedra, donde impiden el ingreso de los que disienten. Lo que es de mal gusto, frente a los dolientes y a los despojos humanos, consiste en recordar adversarios del fallecido. Para rebajar méritos, repiten agravios. En la universidad pública parece que no conocen de buena educación y cortesía. Mientras tanto, varios cientos de intelectuales mayas manifiestan su pesar y le rinden homenaje. Los sancarlistas consecuentes lo recuerdan con respeto y agradecen sus enseñanzas. ¡Descanse en paz!

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ESCRITO POR:

Antonio Mosquera Aguilar

Doctor en Dinámica Humana por la Universidad Mariano Gálvez. Asesor jurídico de los refugiados guatemaltecos en México durante el enfrentamiento armado. Profesor de Universidad Regional y Universidad Galileo.