El sismo sacudió con fuerza el centro del país, pero dos de los departamentos más afectados fueron Chimaltenango y El Progreso, donde murió la mayoría de personas. Sumado a ello, el colapso de las construcciones, en su mayoría de adobe, madera y teja, causaron la muerte casi instantánea de miles de personas.
Una de las parte de dicha pieza periodística decía: En una de las altas mesetas de la sierra de Chuacús, habría que colocar dos grandes letreros: uno que dijera “Aquí fue San Martín Jilotepeque” y otro: “Aquí será el nuevo San Martín Jilotepeque”, para conciliar los sentimientos de amargura y esperanza que prevalecen en la población de ese municipio destruido por el terremoto del 4 de febrero.
Unas dos mil personas resultaron muertas, y de las casas, en la cabecera municipal, no quedan sino promontorios de arena, adobes y tablas, en los que a menudo se observan pequeños grupos de moradores tratando de rescatar algunos enseres que han quedado soterrados.
Ningún barrio de la capital, por muy dañado que se encuentre, puede parangonarse al espectáculo deprimente que ofrecen los de San Martín Jilotepeque.
Fundado por un español
En ese municipio, que un español fundara en el año 1545, en el espinazo de la sierra, sólo quedan pequeñas colinas formadas con los restos de las 1,918 viviendas que el sismo, como si fuese una gigantesca almádana, aplastó inmisericordemente, con una buena parte de sus habitantes dentro.
Es el pueblo donde la gente se ha apropiado del pretérito imperfecto de los verbos ser o estar.
—Aquí estaba la iglesia— dicen.
—Esta era la casa de los Avalos.
—Allá estaba la alcaldía.
—Aquella era la farmacia del pueblo…
Y en torno al lugar de la plaza, centenares de sanmartinecos, silenciosos, con los rostros todavía desencajados, deambulan como ronroneando en torno a los despojos. Todos tienen en su familia uno o más muertos. Todos dicen que se han quedado sin nada, excepto una ligera esperanza.
Un grupo de periodistas —dos directores de radioperiódicos, Ramiro McDonald Blanco, Walter Juárez Estrada y yo —invitado por José Alfredo Palmieri, director de relaciones públicas de la Cruz Roja guatemalteca, hicimos un recorrido por San Martín Jilotepeque.
En un principio acepté la invitación no de muy buena gana, porque ya los reporteros y fotógrafos de este diario, han ido numerosas veces a esa derruida localidad.
Pero una vez en aquel lugar, cambié de actitud. En realidad, no se puede apreciar la intensidad del golpe, si no se va al interior del país para observar las causas el latigazo del 4 de febrero.
Caminos borrados
El recorrido está lleno de notas impresionantes. En cuanto se pasa Chimaltenango, el camino presenta al viajero numerosos signos de la debacle. Las casitas que se levantaban a la orilla de la carretera, se convirtieron en montoncitos de terrones de barro. El camino mismo está lleno de derrumbes y hundimientos.
Dañada la planta Pixcayá. Y las empinadas cuestas —caminos de cabras, se diría— son un reto para los automovilistas.
A ambos lados los cerros se desmoronaron y la vegetación se fue al fondo de los barrancos, junto con montones de rocas y arena amarillenta.
De los miradores naturales, que son muchos, se observa la serranía salpicada de lunares blancos, como si con una gran brocha alguien hubiese pasado encalando los picachos.
Ya en el pueblo —fundado tal vez por Jorge de Alvarado, aquel conquistador que pasó por allí veloz en su expedición a Mixco— entre la muchedumbre que pasea lentamente, se destacan algunos hombres de uniforme, sobre cuyos hombros descansa parte de la tarea de coordinar la ayuda a los damnificados y preparar el terreno para la reconstrucción.
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En la actualidad, San Martín Jilotepeque es un municipio pujante y lleno de vida. Ciertamente el terremoto borró para siempre la vida de muchos de sus pobladores, pero luego la cabecera municipal resurgió y creció.
A 41 años de la tragedia, sigue en pie y es paso obligado para quienes cruzan la Sierra de Chuacús en su camino hacia Quiché y el noroccidente del país.
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Toponimia
Los orígenes de este poblado se remontan al final del período postclásico mesoamericano. El primer asentamiento ha sido conocido como “Jilotepeque Viejo”, el cual fue un notable centro cakchiquel. En 1525, los conquistadores españoles enfrentaron una dura resistencia para su sometimiento debido a su posición estratégica e importancia.
Alrededor de 1545, el nuevo pueblo de San Martín Jilotepeque recibió su nombre en honor a San Martín de Tours. La localidad sufrió los estragos del terremoto de Guatemala de 1976 quedando destruida casi en su totalidad.
Durante la Colonia fueron los dominicos quienes se encargaron de administrarlo, junto con otros curatos y posesiones. La posición estratégica de San Martín favorecía el comercio e intercambio con otras tierras templadas del centro de Guatemala, y era una salida hacia el sur de Quiché.
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Terremoto en Guatemala (Video: tomado de Youtube)