“Deberían de poner atención a lo que denuncian los jóvenes, no pueden poner en un lugar a alguien que tiene problemas con pandillas junto a alguien abandonado o alguien que tiene problemas mentales”, es su recomendación.
Constantes escapes
En la primera fuga, José Daniel García recuerda que usó la cancha de futbol y junto a cinco menores logró escaparse, tres de ellos fueron recapturados. En la segunda ocasión huyó con otros 10, abrieron un agujero por el techo de la panadería que en ese entonces existía.
En la tercera ocasión, él y otros dos amarraron una manguera en una de las torres de vigilancia y lograron escapar. “Supe que una vez a un niño con capacidades especiales lo violaron y nunca le pusieron atención”. Cada escape tenía el mismo motivo: salir del infierno que hay ahí dentro.
Para uno de esos escapes, García recuerda que se vio obligado a vender el discman que tenía por Q10 para pagar un bus desde el hogar hasta San José Pinula y continuar con su fuga.
“Recuerdo que hubo un motín y llegaron los policías. Siempre ha habido agentes de la PNC de particular ahí. Se supone que ahí no es una cárcel”, reitera García.
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Abusos no son recientes
“El gallinero sí existe, sí existe”, insiste García, sobre el cuarto donde los adolescentes recibían castigos de los monitores si intentaban fugarse o si desobedecían. “En el gallinero lo castigaban a uno amarrándolo en varias colchonetas bajo el sol, sin comida ni agua”.
Víctimas se sacrificaron
En su opinión, las niñas que murieron durante el incendio se sacrificaron para que las demás puedan tener una vida digna. “Ahí hay maltrato, a veces nos quejábamos con los monitores pero no nos creían. Recuerdo que cuando estuve ahí solo había una trabajadora social para ciento y tantos niños, yo nunca pude tener una audiencia con ella”, señala.
Busca una oportunidad
José David sabe que los internos pueden convivir ahí y tienen acceso a drogas. En cambio, propone que los jóvenes tengan oportunidades, como recibió él en Casa Alianza, organización qué cerró actividades en Guatemala.
Una niña de 14 meses y su esposa son el motor de su vida y ahora que sabe un poco de inglés espera hallar un trabajo en un call center, para el que ya ha tenido una entrevista a espera de una nueva oportunidad en su vida.
“Nadie merece morir así, y satanizar a los jóvenes no es lo justo. Ahí entran con un problema familiar y salen peor, aprenden mañas feas”, finalizó García.