PLUMA INVITADA
Anunciada tragedia destapa corrupción
La ciudadanía sufre de nuevo un profundo sentimiento humano, con expresivo eco internacional, por la horrorosa muerte carbonizada de 40 niñas y adolescentes, muchas otras con graves quemaduras, heridas, fracturas y discapacidad, víctimas del pavoroso incendio registrado en el Hogar Seguro Virgen de la Asunción —nada que ver con el nombre— cuya tragedia, aparte de producir llanto, tristeza y luto nacional, ha permitido descubrir repudiable corrupción en este supuesto centro de protección infantil, ante la tradicional pasividad de las autoridades específicas.
Tan repudiable suceso incluye el envío de 7 víctimas graves a hospitales de los Estados Unidos y la fuga de 60 niñas y niños, cuyo paradero se desconoce. De nuevo queda al descubierto la ausencia de obligados programas preventivos que hubieran evitado esta y otras tragedias, como la del Cambray II, octubre 2015, con 280 muertos, pendiente de resolverse definitivamente.
Funcionarios y empleados, presuntos responsables de este masivo homicidio culposo, deben ser castigados. Ya hay destituciones y órdenes de captura por varios delitos. Frustraron los sueños de estas pequeñas por alcanzar un futuro digno, salir del infierno vivido: rebeldías, sin derechos, marginación, malas amistades, delincuencia, pobreza, sin educación, salud, cariño y asistencia social, y lo peor, hogares desintegrados, con algunos padres separados, viciosos, abusadores y prostituidos.
Recluidas durante largo tiempo en esta cárcel, no centro de protección, acompañadas de elevada cantidad de niños y adolescentes en similares condiciones, fueron sometidas a vejámenes físicos y morales, hacinamiento, abusos, trata, desigualdad, violaciones, embarazos, mala alimentación, amenazas, presuntos homicidios de recién nacidos, según denuncias de algunas madres, e incumplimiento de órdenes judiciales a su favor.
No obstante que presuntamente algunas provocaron el incendio, secuela de una protesta y fuga de 60 internos el día anterior, para exigir respeto y mejores condiciones, surge la interrogante, entre otras, ¿por qué policías o empleados no abrieron con urgencia la puesta del salón infernal, para que salieran y evitaran tan violenta muerte, y el portón para que ingresaran cuerpos de socorro? Su futuro incierto de pronto se transformó en fugaz partida para estar junto a Dios, en su palacio celestial, alejadas de este turbulento mundo, a pesar del sufrimiento de sus padres, familiares y la sociedad.
Muy tarde alzaron su voz personajes del Ejecutivo, Judicial y Legislativo. Lo hubiesen hecho antes. Cabe el dicho certero: “Después del trueno, Jesús, María”.