El multifacético Rogelio Clará tiene una destacada trayectoria en la fotográfía publicitaria, documental y fine art.
Su estudio está rodeado por cientos de acetatos y discos compactos de música clásica, blues, jazz, reggae, rock y con los sonidos tradicionales de diversas partes del mundo. De las paredes cuelgan fotografías de su autoría en las que se observan los suaves y ágiles movimientos de bailarinas de ballet. Sobre una repisa hay varios modelos de aviones a escala. Por otro lado, una computadora y una enorme impresora.
Este es el sitio de trabajo del experimentado fotógrafo guatemalteco Rogelio Clará (31 de enero de 1955), quien, además de dedicarse a este apasionante oficio es ilustrador, piloto aviador, periodista y licenciado en Filosofía y Letras. De hecho, en su apartamento guarda decenas de libros de temas variados, pues, afirma, la lectura lo relaja a la vez que alimenta su intelecto.
Empezó con la fotografía en 1979 por casualidades de la vida. “Tenía una cámara Nikon F y, en cierta ocasión, alguien me pidió que cubriera un evento. Ese fue mi sencillo comienzo”, explica con la seriedad que le caracteriza. “Tuve que aprender solo, porque en esos tiempos en Guatemala no había ningún sitio dónde aprender”, agrega.
Por aquella época conoció a Eric Bonduel, un destacado fotógrafo y publicista, quien le cedió un espacio en su estudio. De esa forma, Clará comenzó con una dilatada carrera profesional que lo llevó a trabajar con prestigiosas agencias publicitarias. “Fueron casi 30 años que estuve en eso, pero la era digital llegó alrededor del 2008 y el negocio cambió por completo”, indica. “Ahora, con los programas de computadora, existe la posibilidad de hacer más cosas de formas más sencillas. Antes había que ser más ingenioso al momento de captar una imagen; la exigencia era mayor”, asegura.
—Entonces, ¿considera que cualquiera puede ser fotógrafo? —le pregunto.
Con una sonrisa espontánea, responde: “Cualquiera con una cámara cree que lo es”.
—“Cree” —replico.
—Sí. Mire, es bueno que haya mucha gente interesada, pero también es vital que cuenten con una buena preparación, que entiendan cómo trabaja la luz, que sepan cómo funciona el equipo o que puedan dominar las distintas técnicas; en resumen, lo que marca es la experiencia.
—¿Es perfeccionista?
—Sí, a mí me gusta que todo esté nítido. Carlos Gálvez, dueño de Foto Europa, solía calificarme de “purista” —ríe—.
—¿Qué equipo usa?
—He tenido Nikon, Hasselblad, Leica o Sony, pero como le acabo de mencionar, lo que importa es el ojo y las técnicas del fotógrafo, quien, dicho sea de paso, debe tener intuición para detectar el momento justo para inmortalizar una imagen.
Fine art
Rogelio Clará empezó a fotografiar danza en 1980, pues creía que a través de ella podía hacer que la gente viera su trabajo como un arte, lo cual no se consideraba como tal hasta entonces. Luego de muchos años ha logrado que lo suyo entre en la categoría de fine art (arte fino).
“En cierta ocasión imprimí una serie de imágenes en papel acuarela; esto se expuso en Rhode Island, Estados Unidos, y uno de los curadores se refirió a esa colección como ‘pinturas’. Eso fue bueno para mí, ya que significó que había alcanzado lo que quería: escalar de un plano fotográfico a uno pictórico”, dice.