PRESTO NON TROPPO

El Hombre que lo tenía Todo Todo Todo

En el marco de este 2017, dedicado a celebrar la entrega del premio Nobel al escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias hará 50 años, nos permitimos el atrevimiento de parafrasear la manera de expresarse del “Gran Moyas”. . El Hombre que lo tenía Todo Todo Todo. Entre otras razones, esta fábula (que originalmente constituía el capítulo final de una novela), está encaminada hacia la juventud y se adelanta a temáticas y preocupaciones que ocupan muchos afanes de nuestros días.

Lo que nos remite a esta pieza es la publicación (como parte de la colección Barriletes, dirigida por Irene Piedra Santa), que ya ha conocido dos reediciones. En una reimpresión reciente incluye las atrayentes ilustraciones de María Eugenia Jara y Elizandro de los Ángeles, así como un disco con la música que acompañó originalmente el ofrecimiento público del material, hará unos siete años: la “Historia del niño que se llamaba Espejito con Ojos” del maestro Joaquín Orellana.

Esta historia, en particular, no es simple, porque se trataba de lograr una composición musical que pudiera crear una analogía sonora del cuento. Fue la reconocida pedagoga Ethel Batres Moreno quien convocó al maestro Orellana a fin de que compusiera una canción para acompañar la presentación del texto. Orellana acepta… Pero, es una serie de canciones, no solamente un canto aislado… Un par de semanas más tarde, Orellana le informa que las canciones se han convertido en una cantata… Algún tiempo después, se transforma en una cantata escénica, con la actuación de narrador, solistas, coro, instrumentos, útiles sonoros… En sus siempre jocosas ocurrencias, Joaquín termina afirmando que fue “víctima de un complot entre la editora Irene Piedra Santa y la maestra Ethel Batres”. El resultado es una pequeña ópera para niños, que va desde una obertura mínima y la presentación musical de los personajes, hasta el surrealismo del Tribunal de los Grandes Árboles, la transfiguración del padre de Espejito y la intervención de Lucernino, el fantasma del idioma fosforescente.

No está demás anotar los créditos de quienes intervinieron en la propuesta musical. Lucía Quintana como cantante, Gabriela Corleto en la flauta, Fielding Roldán en el oboe, César Sazo en el clarinete, Alma Rosa Gaytán en el piano, el Cuarteto Contemporáneo de Guatemala en los instrumentos de cuerda, Ethel Batres en la narración, más un grupo de percusionistas que, bajo el mando de Julio Santos, operaron los útiles sonoros de Orellana. Un agradecimiento a la maestra Mayra Rossell, quien nos ha facilitado el acercamiento a estos artículos culturales.

Sobreviene ahora una pregunta inquietante: ¿Hacia dónde se orienta la extraordinaria producción de ingenios guatemaltecos como los de Asturias y Orellana? Finalizará el año de conmemoración y, nuevamente, ¿seguirá relegada la obra de Asturias a los anaqueles de eruditos y académicos? En cuanto a Orellana, ya que no existe un reconocimiento internacional comparable para compositores, ¿no se pasará de homenajes y galardones esporádicos, a más de los aprovechados de siempre, que lo buscan para entrevistas, fotos, charlas, pérdidas inconmensurables del tiempo y de los escasos recursos disponibles que pudieran destinarse a semejantes figuras del arte guatemalteco? Es un panorama poco halagador, tanto para los que merecen nuestra admiración, como para nosotros mismos. Es una deliberación, largamente pospuesta, sobre los derroteros de una patria. Es una urgente reflexión sobre los innegables valores que pretendemos que nos representen.

El Hombre que lo tenía Todo Todo Todo. O, acaso, el hombre que era tan pobre, que lo único que tenía eran muchas riquezas materiales.

presto_non_troppo@yahoo.com

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: