Cuando se armó de valor, abandonó al esposo y dejó a sus hijos, entre ellos Michelle, a cargo de una persona ajena a la familia.
En repetidas ocasiones, Jennifer había pedido a su madre que le revelara el nombre de su verdadero padre, pero esta le evadía el tema.
Michelle llegó a Estados Unidos con sacrificio y pensó en mandar a traer de Guatemala a sus hijos, pero en más de una ocasión la policía fronteriza capturó a Jennifer y la mandó de regreso.
Cuando por fin la joven pudo llegar a Estados Unidos, a sus 17 años, fue apresada de nuevo por la Policía y enviada a un centro de refugiados, en donde su madre, Michelle, pudo contactar a las autoridades para intentar su liberación.
El día de la verdad
La Opinión revela que cuando un agente le preguntó a la madre por el nombre del padre de Jennifer, esta vaciló por un momento y les dijo la verdad: no sabía quién era el progenitor porque había sido víctima de una violación colectiva de encapuchados en el parque arqueológico El Baúl en Guatemala.
Una psicóloga, entonces, se encargó de contarle a Jennifer en el centro de acogida la desgarradora historia de su origen.
“Cuando meses después empecé a sentir náuseas y descubrí que me habían embarazado, sentí que todo se me nubló. Lo único que pensé fue que yo no quería tener ese hijo”. Michelle Juárez, madre de Jennifer.
“Como que no fue el mejor momento para decírmelo. Yo venía de un viaje muy difícil. Me sentía triste, sola, sin un apoyo. Cuando me dijeron eso: entendí por qué mi madre nunca me dijo quién era mi padre”, dice entre sollozos Jennifer, citada por La Opinión.
Cuando Jennifer nació, “no la quería ni ver. Yo tenía una frialdad que asombraba. En la sala de partos, los doctores insistieron en acercármela. Cuando volteé a mirarla, se me removió todo y cambié de parecer en un instante. Decidí quedarme con ella, a pesar de que una prima a quien había prometido dársela, se enojó mucho conmigo por fallar a mi palabra”, cuenta Michelle, que en varias ocasiones intentó suicidarse ante su terrible situación en Guatemala.
Premio al sufrimiento
El desgarrador testimonio sirvió para que Jennifer obtuviera la residencia en EE. UU. después de haber ingresado a ese país como menor no acompañada.
Se le otorgó asilo político en el 2015.
En la actualidad Jennifer, de 20 años, vive con su madre, dos de sus hermanos, y apoya a otra hermana en Guatemala para que estudie y trabaje.
Gracias a las gestiones de abogados que se sintieron impactados por su caso, la joven podrá ser ciudadana en unos cinco años. Piensa graduarse de medicina forense.