EDITORIAL
Conexión rusa acorrala a Trump
Sobre la presidencia de Trump se ciernen nubarrones que amenazan con desencadenar una tormenta de imprevisibles consecuencias, a lo cual se une la creciente percepción de que podría no terminar su mandato, porque en un lapso muy corto se han producido demasiados hechos que presentan a un mandatario intempestivo y no alguien con la suficiente madurez para ese difícil cargo.
El más reciente escándalo que hace temer un inesperado desenlace para los republicanos fue la fulminante despedida del jefe del FBI, James Comey, quien mediante una carta firmada por Trump fue informado del cese en sus funciones, porque según el mandatario había perdido su confianza y la de sus principales colaboradores, incluyendo la del fiscal general adjunto, Rod Rosenstein, quien recomendó la medida.
Es demasiado poco el tiempo transcurrido para los enredos en los que se encuentra el mandatario y es inevitable ver el paralelismo con el famoso caso Watergate, cuando en 1974 Richard Nixon fue obligado a renunciar de la presidencia de Estados Unidos, luego de haber despedido al fiscal general de ese entonces, Archibald Cox, quien investigaba el espionaje, comprobado después, que el propio mandatario había ordenado a la sede del Partido Demócrata.
El despido de Comey ocurre en similares circunstancias, pues días antes él había anunciado que solicitaría más fondos para continuar las investigaciones sobre la conexión de gente cercana a Trump con funcionarios rusos, una trama que conforme avanzan las investigaciones y las filtraciones compromete más al entorno del gobernante.
La cadena de imprudencias no se detiene, y en una clara muestra de impericia el presidente Trump volvió a lanzar uno de sus tradicionales tuits, mediante el cual amenaza al defenestrado director del FBI: “¡Más le vale a Comey que no haya ‘cintas’ de nuestras conversaciones, antes que él empiece a (hacer) filtraciones a la prensa”, y días antes, en una entrevista con el medio televisivo NBC lo había calificado de fanfarrón.
Por si no fuera suficiente, ayer el mandatario lanzó una andanada de mensajes por Twitter en donde advirtió de que cancelaría las conferencias de prensa en la Casa Blanca, en una clara muestra de lo extraviado que anda el criterio en la sede de la primera potencia mundial y de la poca seriedad que le da al cargo, en un caso imposible de llevar a feliz término.
El breve y tormentoso recorrido de Trump tampoco ha pasado desapercibido, como lo refleja la más reciente encuesta sobre el último escándalo, elaborada por NBC, en la que un 54 por ciento de los consultados califica de inapropiada la decisión de Trump al despedir al jerarca del FBI, mientras un 46 por ciento considera que esa investigación motivó la destitución y apenas un 24 por ciento cree la versión oficial.
Trump se ha vuelto una preocupación ya no solo para los estadounidenses, sino para buena parte del mundo, por su estilo impulsivo de gobernar y su evidente falta de respeto hacia las instituciones, al extremo que uno de los más duros comentarios vino del prestigio diario The Washington Post que afirmó: “Este presidente puede creer que es incuestionable pero los estadounidenses lo ven como lo que es: un tirano ruin”.