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El yoga abre sus puertas a los animales, domésticos y de granja

En el benévolo ecosistema de los practicantes de yoga empieza a germinar una tendencia que busca subrayar la comunión con la naturaleza, esa suerte de principio base de la disciplina, y que consiste en incluir a animales de toda pelambre en las sesiones.

Cabra sube sobre una practicante de yoga que participa en una clase en Glendale, California. (Foto Prensa Libre: EFE)

Cabra sube sobre una practicante de yoga que participa en una clase en Glendale, California. (Foto Prensa Libre: EFE)

“Es una experiencia divertida, inocente y alegre. Es una oportunidad para que la gente se reúna y disfrute al aire libre, los animales y el yoga”, dijo Michelle Tritten, una instructora de yoga en Los Ángeles, California.

“Trae sonrisas y felicidad, algo que todos necesitamos”, agregó la profesora sobre esta tendencia de realizar sesiones de yoga al lado de compañeros de cuatro patas que se extiende por varias ciudades de Estados Unidos, y que tiene a las cabras como una de sus principales protagonistas.

Tritten asegura que desde que era niña ha tenido cabras como mascotas y desde entonces descubrió que este pequeño mamífero tiene una personalidad intrigante, la misma que quizás explica ese injusto estereotipo que acarrea la frase “loco como una cabra”.

“Nunca he conocido a dos cabras que sean iguales”, señaló la instructora, quien no dudó un minuto cuando le propusieron introducir a estos saltarines animales en su clase de yoga.

La primera sesión que hizo con esta variante fue para la celebración del Día de la Tierra, el pasado 22 de abril, en uno de los principales parques de Los Ángeles, tras el cual ha realizado dos clases más con llenos totales.

Se trata de sacar a los practicantes de yoga de los salones reducidos, exponernos al aire libre y enseñarles a compartir espacio con los animales, dijo.

Por su parte, las cabras, en su mayoría recién nacidas o que aún están amamantando, interactúan con los estudiantes mientras se completan las rutinas y algunas incluso no dudan en subirse a la espalda de algún humano envuelto en una complicada genuflexión.

“Los beneficios varían para cada individuo. Sin embargo, los animales son fieles a sí mismos. Creo que el yoga puede ayudarnos a reconectarnos con nuestro verdadero yo. Tal vez estar en presencia de animales mientras practican yoga acelera el proceso”, aseguró Tritten.

La tendencia en EE. UU. de integrar animales, especialmente cabras, en las clases de yoga se cree comenzó el año pasado en el estado de Oregon, a partir de lo cual se difuminó como el rayo a través de redes sociales por varias urbes, especialmente las enclavadas en estados agrícolas y ganaderos.

“Es imposible estar triste y deprimido cuando hay cabritos saltando”, señala Lainey Morse, organizadora de un evento de este tipo en aquel estado del oeste del país.

“Creo que con esta propuesta sales un poco de la rutina y (te permite) realmente conectarte con la naturaleza y la inocencia”, manifestó María García, practicante de yoga desde hace 15 años.

La reconocida Clínica Mayo asegura que la terapia asistida con animales puede reducir de manera significativa el dolor, la ansiedad, la depresión y la fatiga en las personas que presentan múltiples y variados problemas de salud.

La introducción de animales en terapias médicas es cada vez más examinado por centros de investigación y de hecho hace unas semanas la Universidad Estatal de Pensilvania anunció que realizará un estudio sobre cómo los animales pueden ayudar a niños que son víctimas de maltrato y abuso.

El furor de integrar animales a las clases de yoga ha sido adoptado incluso por entidades que promueven la adopción de mascotas, como ocurrió el pasado mes en el condado Miami-Dade, en Florida, en donde se desarrolló una sesión de yoga con gatos que estaban disponibles para ser llevados luego a un nuevo hogar.

Uno de los mayores desafíos que enfrentan los organizadores de estas sesiones, que incluyen también a perros o conejos, es lógicamente el poco control que se tiene sobre los mamíferos de cuatro patas, más si son animales de corral.

“He visto como la cabra se sube sobre algunas de mis compañeras de sesión, parece que estos animales se divierten más que nosotros, pero eso es bueno, porque la alegría se contagia”, opinó García.

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