Tengo entendido que al principio se interesó por las leyes.
Sí, soy licenciada en Derecho y Ciencias Políticas. Dicen en mi familia que desde niña quise estudiar leyes. De mayor me decidí por esa carrera debido a mi interés por los derechos humanos; por eso, mi idea siempre fue trabajar en La Haya.
¿Qué aspectos le interesan sobre los derechos humanos?
Bueno, me ponía a pensar en cómo podemos vivir en un mundo que hace cosas terribles contra otros, con niños que son objeto de vejaciones horrorosas y que no tienen a nadie que los defienda. También me interesé por la lucha que se hace por la igualdad de las mujeres, pues en nuestras sociedades te crías de tal forma en que, incluso como mujer, se llega a creer que las cosas simplemente “son así” —se refiere al machismo— y se dan como normales.
¿Alguna vez se sintió discriminada por ser mujer?
Sí, y eso que no he pertenecido a un grupo tradicionalmente excluido. Como le digo, en mi juventud llegué a pensar que ciertas cosas sucedían simplemente porque “eran así”; por ejemplo, que a los hombres se les pagara mucho más que a las mujeres por el mismo trabajo, o bien, que los prefirieran en detrimento de nosotras para ciertos cargos. Hubo situaciones que a primera vista parecían triviales pero que también me afectaron, como los comentarios de pasillo, algunos subidos de tono, y que se los atribuían a la idiosincrasia del panameño… En fin, tuve amnesia del paisaje en el que estaba.
¿Qué otros ejemplos hay de discriminación a la mujer en el ambiente laboral?
A veces no nos toman en serio o dicen que tenemos cierto puesto porque salimos con alguien. Es extraño escuchar un comentario positivo, como que nos hemos ganado las cosas con esfuerzo, porque hemos estudiado y porque hemos hecho las cosas de forma correcta; por méritos. Contra esas cosas tenemos que lidiar.
¿Cómo venció todo aquello?
Cuando recién me gradué de la Universidad de Panamá tuve la oportunidad de trabajar en Pro-Panamá, que es la agencia de promoción de inversiones de mi país. En esa época —en la primera mitad de la década de 1990— conocí a la primera dama de la República, Dora Boyd de Pérez Balladares, quien me nombró delegada alterna de la Comisión Interamericana de Mujeres, de la Organización de Estados Americanos (OEA). Todo eso me ayudó a forjar mi carácter —tenía unos 23 años— y empecé a profundizar en los temas concernientes a la mujer. A partir de entonces me di cuenta de que ciertas conductas que sucedían en mi entorno no eran correctas.
Imagino que su carrera en el mundo del comercio y los negocios empezó a partir de su puesto en Pro-Panamá.
Sí. La historia fue curiosa porque el cargo se lo habían ofrecido a una amiga pero ella consideró que esa no era su área, así que me refirió a mí. Precisamente yo acababa de terminar una maestría en Derecho bancario y financiero por la Universidad de El Externado, de Colombia; fui a la entrevista y me aceptaron.
¿Cómo fue esa experiencia?
Fue una gran escuela porque, a mi corta edad, estuve rodeada de los empresarios más importantes de Panamá y, además, la institución respondía directamente al presidente de la República.
¿Qué se necesita para ser un buen negociador?
Se negocia todo el día. Si va al cine con su pareja debe ponerse de acuerdo con qué película verán, qué van a comer, si antes o después. Todo en la vida es negociación. Claro, para cosas más complejas, como el comercio exterior, hay que prepararse. Pero, ¿sabe algo? Uno de los factores más importantes es la empatía.
¿Por qué?
Lo que pasa es que en las negociaciones una tiene que leer entre líneas los intereses del otro, ya que no siempre son los que pone sobre la mesa. De esa cuenta, hay que tener capacidad de ver más allá e intuir qué es lo que realmente lo motiva. Además, es vital generar confianza; no debe existir la percepción de que “si yo gano, usted pierde”. Al contrario, hay que buscar alternativas para llegar a un “ganar-ganar”.
La empatía que menciona la han perdido ciertos empresarios, pues, por su alta capacidad económica, llegan a sentirse más que su contraparte. ¿Concuerda con eso?
Le voy a contar algo. Me crié en una familia de clase media alta, tuve estudios de secundaria en Estados Unidos y viví en “otro” mundo, olvidando lo demás. Recuerdo que mi papá me dijo: “Está bien, estudia Derecho, pero no vas a ir a la universidad privada sino a la pública”. Hubo dos razones para eso. Una, que ahí estaban los mejores profesores; la segunda, que él pretendía que yo viera la realidad de otras personas. Eso me abrió los ojos, ya que compartí con compañeros sumamente inteligentes pero que no habían tenido ni la cuarta parte de las oportunidades que yo y, sin embargo, salieron adelante. Muchos de ellos, de origen humilde, ahora son profesionales de alto nivel.
¿Comparte con los demás esa lección que le dio su padre?
Por supuesto. A mis compañeros les digo que sean empáticos con los demás, porque a veces una no sabe quién vino sin desayunar o quién no pudo ponerles desayuno a sus hijos. Precisamente por eso todos debemos valorar cada oportunidad que la vida nos brinda. Eso, además, debe hacernos tener un compromiso para ser mejores personas.
Antes de llegar a la secretaría general de la Sieca, Vergara Mas ocupó diversos puestos, entre ellos directora de Panamá ante el Banco Centroamericano de Integración Económica, viceministra de Comercio de Exterior de su país y ministra de Comercio e Industrias.
En julio del 2013, el Consejo de Ministros de Integración Económica le encargó la conducción de la Sieca. De hecho, es la segunda mujer en ocupar esa función, después de la salvadoreña Yolanda Mayora de Gavidia.
¿Cómo ve el proceso de integración económica en Centroamérica?
Ha avanzado bastante, pese a que el proceso empezó hace unos 60 años. Considero que cada país se ha comprometido en temas específicos, como el desarrollo de la estrategia de facilitación del comercio y la competitividad. Hoy existe una hoja de ruta que permitirá la unión aduanera en el 2024, que es un mandato expreso de los presidentes de cada país.
¿Qué avances destaca?
Para el 1 de julio se pretende que funcione la unión aduanera entre Guatemala y Honduras.
¿Cree que la hoja de ruta que menciona se cumplirá para el 2024?
Hay tiempos, plazos y responsables. Tenemos fe de que así será porque los países se han comprometido en trabajar en esa vía; cada cual busca su fórmula.
Precisamente por eso se lo pregunto, pues, como es bien sabido, cada gobierno tiene intereses; entran y salen políticos y las cosas se caen de un momento a otro.
El camino ha sido accidentado, como en las décadas de 1970 y 1980 debido a los conflictos de la región, pero el interés integracionista ha permanecido. Así que, aunque no tengo una bolita de cristal para dar seguridad de que las cosas se cumplan, al día de hoy, con la información que tenemos, apuesto a que llegaremos a la meta.
¿Cómo se beneficiará la población centroamericana?
La intención es que haya una integración como la que vive la Unión Europea, donde hay libre movilidad de personas y libre comercio. Hasta ahora, por ejemplo, si usted quiere vender un producto en Guatemala, lo debe registrar acá, pero si quiere comercializarlo en los demás países, debe hacer un trámite diferente en cada uno, lo cual toma tiempo y es costoso. En cambio, con una integración plena, usted solo tendría que registrarlo una vez para distribuirlo en toda la región. Eso permite que los mercados se expandan y, con ello, se incentiva a la inversión y al crecimiento de pequeñas y medianas empresas, así como a mejorar la calidad de vida de los habitantes mediante la generación de empleos.