TIERRA NUESTRA
Los fusiles no eliminan la pobreza
Si el crimen organizado se globalizó, la respuesta para contrarrestarlo también debe ser global. Esto implica la necesaria existencia de programas continentales y regionales. Y en el contexto de la participación internacional aliada para enfrentar el desafío, es evidente que habrá países mejor dotados de recursos operativos que otros.Para el caso del norte de América, en donde Estados Unidos surge como eje regional además de ser la primera potencia mundial en todos los ámbitos, países como México, Guatemala, El Salvador y Honduras forman parte de su zona de influencia. El liderazgo de la potencia aludida es incuestionable aun cuando esto implique no pocas veces, el establecimiento de conflictos en los intereses internos e incluso, poner en cuestión el ámbito de la soberanía de cada país. Se le denomine pragmatismo, realpolitik o imposición internacional, Estados Unidos aplica su agenda en la región y lo hace sin cuestionamientos.
La agenda regional de Estados Unidos está basada en dos pilares: seguridad (policial y militar) y el fortalecimiento de los sistemas de justicia. Una vez establecidos lo que se pretende es contrarrestar actividades del crimen organizado internacional y evitar las migraciones de personas no documentadas. No obstante sus promotores consideran que una vez establecidos esos objetivos en la región, la estabilidad y la pacificación social, serán coadyuvantes para mayores inversiones, con lo cual se favorece un desarrollo económico y social más sustentable.
Como muchas veces ha ocurrido -que en teoría estos objetivos se perfilan muy estimulantes y prometedores- la realidad tiende posteriormente a demostrar todo lo contrario. En lo personal creo que el denominado Plan Regional para la Prosperidad es necesario, pero que su debilidad estructural radica en la poca atención que se le brinda al desarrollo socioeconómico de las poblaciones pobres que se ubican en esa región. Educación, salud preventiva, infraestructura vial, tecnificación para el empleo e inversiones certificadas, son materias que quedan en la retórica, pero no en programas de política pública definidas con marcos temporales concretos, orientados a sacar de la pobreza extrema a millones de centroamericanos insertos en esa región. Bolivia, Brasil, Argentina y Ecuador, demostraron que sí es posible combatir la extrema pobreza desde sus raíces, lamentablemente la intransigencia ideológica conservadora rechaza la implementación de esos programas en esta parte del continente. Y mientras persista la pobreza, habrá conflictos e inestabilidad regional, así se implanten los cuerpos policiales o militares mejor dotados del continente.
A lo largo de mi experiencia académica en materia de cooperación internacional, he podido ubicar dos percepciones respecto a la misma: aquellos que exponen que la cooperación internacional responde a dictados unilaterales que implica la imposición de sus objetivos más allá de toda contradicción, mientras otros opinan que la misma termina imponiéndose porque nosotros como países receptores, somos incapaces de formular nuestras propias consideraciones como contraparte, además de nuestra secular cultura de corrupción, improvisación e irresponsabilidad. Sea como fuese en todo caso, el balance no es positivo. Después de haberse invertido millones de dólares o euros en la región, la impunidad se ha fortalecido, la corrupción se ha enraizado y los indicadores socioeconómicos son totalmente desfavorables. Ojalá no olvidar a los pobres sea una realidad, para que esta tecnocracia internacional concluya con éxito sus propósitos.