FLORESCENCIA
Motín
Una de las noticias que centró la atención mediática estos días fue el motín protagonizado por jóvenes en conflicto con la ley recluidos en el Centro Juvenil de Detención Provisional conocido como Gaviotas, en la ciudad capital.
Tras difundirse la noticia sobre los incidentes que involucraron tres muertes, decenas de heridos, daños a las instalaciones y largas horas de tensión entre las fuerzas públicas y los jóvenes, no tardaron las redes sociales y los espacios de opinión pública a llenarse de reacciones, que en mayoría externaban furia y odio hacia los internos.
Por lo general, cuando la juventud hace cosas positivas, nos sentimos orgullosos de ellos y hasta nos atribuimos sus créditos —“los guatemaltecos somos pilas—, dignos ejemplos”. Sin embargo, cuando algunos hacen lo contrario, nos lavamos la mano, buscamos culpables; somos jueces y verdugos —lejos de buscar soluciones.
Hay pocas personas que en lugar de juzgar a nuestros jóvenes en conflicto buscan soluciones para rescatarlos. Mientras escribo, viene a mi mente el ejemplo del grupo de Guatemaltecos Extraordinarios, liderados por Juan Carlos Molina, quienes trabajan con niños y jóvenes en zonas rojas y de alto riesgo para mostrarles el camino a seguir. ¡Ejemplar! Pero, irónico porque es un grupo que tiene muy poco apoyo.
Por eso no es sorprendente leer las opiniones de muchos usuarios de redes sociales cargados de tanta violencia y odio. ¡Es camino fácil! Pero aún peor escuchar y leer algunos medios masivos de comunicación que son importantes generadores de opinión, secundando el reclamo generalizado de la masa que incluso pide la muerte de los jóvenes, sin mencionar otras barbaries. No se trata de justificar la violencia ni el proceder de los jóvenes, quienes bajo el argumento de un fallido intento de diálogo para pedir condiciones dignas en su reclusión cometieron vandalismo. Tampoco se trata de defender oficiosamente “el derecho de los delincuentes”, como se suele generalizar.
Aquí, antes que pedir castigos severos y juicios sumarios valdría la pena preguntarnos los guatemaltecos sobre cuáles son realmente las causas y los porqués que han orillado a los adolescentes a cometer delitos, a llegar a las cárceles, a delinquir en las calles o a enrolarse en pandillas, grupos criminales; a matar o incluso a matarse, puesto que es ahí donde han encontrado respuesta a sus necesidades y situación en general.
Cuando vemos estas situaciones de violencia que involucran a jóvenes y adolescentes, o incluso niños, es obvio decir que “es responsabilidad de los padres”. Reducimos al máximo el radio de responsabilidades en lugar de preguntarnos hasta dónde, como sociedad, somos responsables de la situación general de nuestra juventud. ¿Todos estos jóvenes cuentan con sus padres? ¿Todos provienen de hogares integrados y libres de la pobreza?
Cada hogar y cada unidad familiar no son ajenos a la sociedad en su conjunto. Es necesario revisar en qué hemos fallado como sociedad para que una porción importante de lo que llamamos “nuestro futuro” caiga en el abismo de la violencia.
Claro que “en la viña del Señor, hay de todo”; sin embargo, entre todos podemos potencializar a nuestra juventud. Debemos tomar esa difícil responsabilidad de proveer apoyo e invertir en programas como la de Los Guatemaltecos Extraordinarios. Convertirnos en juez y verdugo no conduce a nada. ¡Basta ya de culparnos entre nosotros!
¡Amotinémonos todos, pero contra los prejuicios y las falsas soluciones! ¡Liberémonos de los odios basados en ideas infundadas e intentemos una nueva forma de vivir!