Revista D

Mengalas, el vestido antaño de las mestizas

Las amatitlanecas de antaño se hicieron famosas por su vestuario, pero mujeres de todo el país se ataviaron con las mengalas.

Los ladinos estaban obligados a utilizar una indumentaria distinta a la española. (Foto: Guatemala Histórica)

Los ladinos estaban obligados a utilizar una indumentaria distinta a la española. (Foto: Guatemala Histórica)

El ferrocarril y el Lago de Amatitlán, indica Óscar Fajardo Gil en Tierra de Amatles, fue lo que hizo que las mengalas de ese municipio se destacaran. Cuando se habla de quienes las portaron  existe una fuerte asociación a las vendedoras, a  las que  llamaban también las estacioneras, pues se concentraban en la estación del tren.
Cada vez que ese medio de transporte llegaba “la algarabía era grande y hombres, mujeres y patojos iban y venían de un lado para otro. Bajo la sombra de frondosos árboles aquel gentío simulaba un hormiguero. El edificio de madera machihembrada con techo de lámina de zinc resultaba insuficiente para recibir a los pasajeros que venían de la capital para disfrutar de un paseo por el lago”, detalla Fajardo Gil.
Jóvenes y maduras, “vestidas con coloridos trajes con faldas vueludas, blusas con mangas agüicoyadas, rebozos o chales y trenzas con listones de vistosos colores, ofrecían sobre canastos las sabrosas viandas que preparaban en sus casas con las recetas de las abuelas”, cuenta el autor.
El uso de mengalas, explica  el historiador Anibal Chajón, no era exclusivo de Amatitlán pues este vestuario se llevó en todo el país. El departamento donde casi no se empleó  fue Petén.

El traje identificaba a los ladinos o mestizos. (Fotos: Cefol).

“Cuando se hace referencia a las mengalas, sin embargo, las personas  las ubican en Amatitlán, debido precisamente a  que fueron las más lujosas, de ahí que sean estas quienes perduran en la mente de los guatemaltecos. Esta moda comenzó en 1890 y alcanzó su mayor auge durante el régimen de licenciado Manuel Estrada Cabrera (1898-1920), indica Byron Ronaldo González en Amatitlán, ayer y hoy.
El autor agrega que el traje terminó identificando a quienes lo portaban. “Era el nombre que se le daba en el siglo XIX y principios del siglo XX a la mujer soltera y joven del pueblo centroamericano, aunque por herencia se aplicó también a las casadas. Con el correr del tiempo se le llamó así a la forma de vestir”.
Esta manera de arreglarse, añade Fajardo Gil, “era de influencia española; la trajeron los conquistadores y la impusieron al establecerse la Colonia”.
El etnógrafo Rubén Reina explica que mengala deriva de Bengala, ciudad de la India que habría dado nombre a un tipo de tela. Pero apunta que también podría aludir al hecho de que era un traje de gala, ostentoso y llamativo.
Vestimenta de mengalas,  cerca de la década de 1920, foto publicada en el 2007 por el Cefol, originalmente tomada en el estudio Fotografía Japonesa.

 

Independientes

Para la conservación de algunas tradiciones de las personas de mengala, la maestra Judith Samayoa de Pineda fundó un grupo de proyección folclórica denominado Estampas de Amatitlán.
En 1977 entrevistó a varias mujeres y publicó Amatitlán (tradiciones) en el que asegura que “la mengala de Amatitlán se caracterizaba por ser una dama independiente que gracias a la producción de dulces logró una economía estable”. Pero de igual manera  porque luego fueron contratadas “para realizar trabajo de cocina en las casas de recreo de personas adineradas situadas a orillas del Lago”.

Ilustración de Guillermo Grajeda Mena.

 

Pasado

En El traje de mengala, muestra de la cultura mestiza guatemalteca, una publicación de la serie Tradición popular, del Centro de Estudios Folklóricos de la Universidad de San Carlos de Guatemala (Cefol), Chajón compila los antecedentes de esta ropa.
Una de las descripciones más antiguas la hizo el  diplomático Jacobo Haefkens a principios del siglo XIX, quien estuvo en Guatemala entre 1826 y 1829. Escribió que la mayoría de las damas gastaban en vestidos, medias y zapatos, “mientas que las clases bajas solo tenían dos prendas”, y detalló que comprendían una camisa, a menudo de muselina blanca floreada y, sobre esta, una falda muy holgada del mismo género o bien de algodón estampado, que siempre lleva en el borde superior una ancha cenefa de otro tipo de tela, más oscuro, pero floreado o a cuadros.
Chajón destaca que la narración de Haefkens corresponde con el traje de mengala, pero de  uno más sencillo. Recalca que en la primera mitad del siglo XX el nombre de mengalas ya era utilizado para designar a las de origen mestizo que utilizaban esa prenda como traje regional.
“Todavía hay, en su mayoría son mujeres maduras y de la tercera edad, quienes usan el traje”, añade, pero aclara que la vestimenta se ha simplificado bastante. “Permanece el uso del delantal como símbolo de honestidad, honradez y de pertenecer a un solo esposo”.

Danza "Las mengalas de Amatitlán", de la EscuelaNacional de Danza. (Foto: Mario Rivera Cabrera-MUSAD).

 

Indumentaria

Para  Chajón el traje de mengala identificaba a los ladinos o mestizos, así como los regionales lo hacen con las comunidades indígenas. Durante el período hispánico, explica, los mestizos estaban obligados a utilizar una indumentaria distinta a la española.  El vestuario se convirtió en un indicador social. Sin embargo, ya que se encontraban en  permanente contacto con los españoles, los mestizos adoptaron varios aspectos del atuendo de los europeos. 
Desde la segunda parte del siglo XIX hasta medianos del siglo XX, los trajes de mengala se utilizaron en toda la región mestiza, desde la capital hasta Chiquimula, especialmente en la región de Petapa y Amatitlán. Este constaba de varias piezas.

  •             Falda larga hasta el tobillo y de gran amplitud, atada a la cintura por dos cintas. Generalmente estaba hecha con telas de colores intensos. Se utilizaban las telas como crepé, jersey, céfiro, crespón, seda cruda, shantús, etamina floreada y lisa.
  •             Camisa o cotón, con manga abombada hasta el codo o hasta la muñeca, con pecheras decoradas con encajes o alforzas. También se realizaban en colores vivos, en telas como etamina lisa o floreada, otomano, burato y otras.
  •             Así como delantal para la parte frontal de la falda los cuales se confeccionaban con telas llamativas y se decoraban con encajes o alforzas.
  •             Fustanes o naguas para dar volumen a la falda. Se usaban por lo general tres, uno almidonado, para lograr el volumen y dos para la comodidad de usarla.
  • También usaban el apretador para el busto, que era la versión del popular corsé, aunque sin ballenas y con botones al frente. Era usual confeccionarlo en manta.
  •             Calzón para piernas, desde la cintura hasta los tobillos. Por lo común, estaban  hechos en manta y algunos se decoraban con encajes.
  •             Medias de hilo y seda.   Chales, mantos y pañoletas para cubrir durante la noche o en época de frío. Por lo general, eran negros. Los más costosos procedían de El Salvador, México y España.
  •             El cabello se arreglaba en dos trenzas, una a cada lado, con camino al centro de la cabeza. Las trenzas se entrelazaban con cintas de telas o listones de colores llamativos.
  •             Botines como calzado, con orejetas adelante y atrás. Aunque muchas mengalas iban descalzas.
  •             Collares y aretes de grandes dimensiones, preferiblemente de oro y plata.
  •             Colorete o rouge aplicado con motas en las mejillas.

El traje masculino, en cambio, era mucho más sencillo: pantalón de dril o lona, camisa de manta de color pajizo, cotón o camiseta de manta, calzoncillo largo hasta media pierna, atado con cintas; la mayoría no utilizaba calzado.

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