Muchos pasajeros de esas balsas son guatemaltecos que buscan hacer compras en Ciudad Hidalgo, donde los productos son más baratos. Los guardias fronterizos mexicanos ignoran a la flotilla debajo del puente y sus cargas, que eluden los impuestos, porque representan mucha actividad comercial para esa localidad.
Ese medio de transporte también es popular entre los centroamericanos que se dirigen a Estados Unidos. Sin embargo, la cantidad de estos ha descendido en los últimos meses, según Alexander, quien ha pasado personas en balsa durante cuatro años.
La ocupación en la Casa del Migrante, en la cercana ciudad de Tapachula, ha caído en más de un tercio desde el 2016, dijo Julver Gordillo, quien trabaja en ese albergue. La Policía de Migración también ha atrapado a menos indocumentados este año.
El disuasivo es el presidente Donald Trump. La prohibición temporal sobre los refugiados impuesta por su gobierno, el aumento en las deportaciones y los planes de construir un muro fronterizo han desalentado a quienes pensaban buscar el sueño americano.
Trump “ha sido bueno para asustar a la gente”, afirmó Gustavo Mohar, exsubsecretario de Migración, Población y Asuntos Religiosos mexicano.
Desde que Trump asumió la Presidencia de EE. UU., los arrestos de migrantes en la frontera sur de ese país, cuya mitad son centroamericanos, ha descendido de manera drástica.
Sin embargo, algunos pobladores del empobrecido y violento Triángulo del Norte de Centroamérica —El Salvador, Guatemala y Honduras— no se atreven a permanecer en sus países, sin importarles la fría recepción que les espera en Estados Unidos. Para algunos de ellos, México es un destino y no un corredor.
María —nombre ficticio—, quien permanece en un hospedaje para migrantes en la Ciudad de México, huyó de Guatemala con sus dos hijos, a principios de este año, después de que su esposo, quien tiene conexiones con pandillas, casi la asesinó. Él fue enviado a prisión, pero ella teme que cumpla su amenaza de intentarlo de nuevo.
María asegura que no tratará de entrar en Estados Unidos.
Claman por asilo
“En tanto me sienta segura”, dijo, María, “nos quedaremos aquí” —en México—.
Muchos centroamericanos están tomando esa decisión. Para permanecer en México de manera legal, la mayoría tiene que solicitar asilo, como lo hicieron en los primeros seis meses de este año siete mil migrantes, casi todos centroamericanos. Ese número se compara con nueve mil en todo el 2016.
Liduvina Magarín, viceministra de El Salvador para ciudadanos de ese país que viven en el extranjero, dijo que cerca de 90 por ciento de conciudadanos con quienes se reunió en una reciente gira por los refugios de inmigrantes mexicanos planificaban solicitar asilo en México.
Sin embargo, México no ha visto la afluencia de migrantes que han llegado a Europa en los últimos años. Alemania, cuya población y territorio son mucho más pequeños que ese país, recibió 750 mil solicitudes de asilo en el 2016. En apariencia, México es igual de acogedor: concede asilo a las personas perseguidas por su raza, religión, nacionalidad, género, pertenencia a un grupo social u opiniones políticas. Sin embargo, se considera una fuente de migrantes, en lugar de un imán para estos. Por lo tanto, ahora el aumento de refugiados está causando consternación.
Huye de pandillas
Un ejemplo de quienes cruzan el río y que piensan quedarse en México es Carlos —nombre ficticio—, quien huyó de Honduras después de haberse negado a cumplir una “misión” para una pandilla. Quiere encontrar trabajo en el norte de México y se ha refugiado en Tapachula, a la espera de que le sea autorizado el asilo que solicitó.
Hace una década, casi todos esos migrantes eran hombres, pero a medida que las pandillas amenazan a los familiares de sus rivales, más mujeres y niños se han unido al éxodo. Según la ley mexicana, un integrante de una familia que haya sido amenazada por una pandilla podría calificar como perteneciente a un grupo social perseguido.
Discriminación
Los atractivos de México incluyen un idioma compartido y comunidades de compatriotas. En ese país viven unos 300 mil centroamericanos, en comparación con los más de tres millones en Estados Unidos.
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“El Gobierno ha dado prioridad a detener y deportar a los migrantes tan pronto como sea posible”, informó Maureen Meyer, de la Oficina de Washington sobre Latinoamérica (WOLA, en inglés), una organización no gubernamental. Agregó que “no se está asegurando que sean adecuadamente examinados”.
En el 2014, México deportó a 77 de cada cien niños sin acompañante capturados en su territorio, mientras que en el mismo año Estados Unidos regresó a tres.
En México, los migrantes se enfrentan a la discriminación y a menudo son asaltados. La violencia contra ellos es “crónica”, según un reciente informe de WOLA, y rara vez es castigada. Algunos cálculos sugieren que más de la mitad de las personas indocumentadas procedentes de Centroamérica son víctimas de agresión sexual.
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