CATALEJO
Belleza del Río Dulce en innecesario riesgo
Me parece innecesario hablar sobre la belleza natural del área nacional conocida como Río Dulce, en la cual se integra no sólo esa bellísima avía fluvial, sino todo el espacio del Lago de Izabal. Hablar de no abstenerse de realizar actividades causantes desmedro al entorno natural, es particularmente difícil en un país como el nuestro, donde alguien manda a talar a las dos de la mañana un bosque de jacarandas situadas en las inmediaciones del Aeropuerto La Aurora, en plena capital, porque tapaban la vista de vallas publicitarias gigantescas. Lo menciono porque se trata de un ejemplo simple, inadvertido por la actual situación de inseguridad del país.
Hace un par de años, se conoció del plan para instalar una línea de transmisión de enorme importancia para el desarrollo eléctrico en el país, el cual contemplaba colocar torres de transmisión literalmente encima de lugares como el Castillo de San Felipe y áreas circunvecinas. Los vecinos, las personas relacionadas con el turismo, hoteleros, transportistas de personas en tiburoneras, así como docenas de quienes en muchos casos han tenido propiedades de descanso allí, desde hace decenas de años, se reunieron para realizar una de las manifestaciones de protesta más sui generis de la historia nacional, en sus embarcaciones. Aprobaban la idea de la electrificación, pero no entendían por qué es imposible colocar los cables bajo el lecho del río.
Como todo en este país, no se habló más del asunto, y el tema acaba de resurgir cuando la empresa encargada de la construcción, Trecsa, propone instalar torres “estéticas” concepto consistente en colocar un adorno en el extremo superior de las torres, de por lo menos 40 metros de altura. Sugieren la figura en hierros de un quetzal. Mientras, los vecinos ya han comenzado a señalar su oposición y se preguntan por qué no es posible replicar allí la colocación subacuática de los cables, como –aseguran— se ha hecho en Belice y Cancún. Por todo esto, poca duda cebe del reinicio de las protestas no solo de los afectados locales directa o indirectamente, sino de quienes se preocupan por lograr el balance del respeto a la naturaleza y el progreso del país.
La compañía afirmó a Prensa Libre, por medio de su gerente, dos asuntos no conocidos por la ciudadanía. Uno, ya está construida la línea. Otro, sólo falta un tramo de un kilómetro y medio en las cercanías de Río Dulce, es decir a poca distancia del puente con el cual queda unido Petén con el resto del país. Además, repitió un argumento muy difícil de entender para quienes no somos personas técnicas: hacerlo en forma subacuática aumenta los costos. Obvio. La pregunta evidente es por qué la suma es tan atmosférica como para impedir colocar los cables abajo del lecho del río. Pero además, y especialmente, por qué la enorme cantidad de electricidad transportada no representa ningún tipo de riesgo para los habitantes de la zona.
Llegué a Río Dulce hace más de 40 años, cuando no existía puente, ni camino. He visto los cambios, algunos positivos, otros no, y el nacimiento de la aldea Fronteras. Pero a pesar de todo se ha mantenido la belleza. En una ocasión se intentó utilizar esa vía fluvial para transportar madera melina, lo cual la hubiera convertido en una ruta industrial al ser utilizada por otras empresas. Habría decaído el turismo, fuente presente y futura de ingresos para los lugareños y la industria sin chimeneas. Esta vez, el elemento eléctrico es positivo, pero deben ser balanceados los legítimos intereses de cada sector, y hacerlo con el conocimiento público. Los problemas muchas veces son provocados y por ello la solución comienza con respetar puntos de vista distintos.