VENTANA
El costo social de un agujero de tres metros
Christa Schieber de Lavarreda, eminente arqueóloga que investiga el milenario sitio maya de Takalik Abaj, me envió una carta con una sentida reflexión sobre la pesadilla que vivió el sábado pasado, a raíz del agujero de tres metros que se abrió en el puente Guachipilín, entre Mazatenango y Cuyotenango. El hundimiento paralizó la circulación del transporte liviano y pesado que va y viene a la frontera con México. Por el mal estado de nuestra infraestructura vial, Christa ha tenido que salir los sábados de madrugada del Parque Arqueológico Nacional Takalik Abaj, ubicado en el municipio de El Asintal, Retalhuleu. El viaje normal hasta la ciudad capital duraba tres a cuatro horas. En los últimos meses, aumentó a seis horas y el sábado pasado rebasó el límite de la paciencia: ¡11 horas! Sintetizo algunos párrafos de su carta titulada: El costo social de un agujero de 3 mts.
“Al viajar por el extravío que va de Nuevo Palmar hacia San Martín Zapotitlán, para franquear el problema de un agujero de 3 mts. que se abrió en el puente entre Mazatenango y Cuyotenango, que imposibilitó el paso vehicular por la “aorta” del flujo económico que, desde tiempos ancestrales, se comunica con México, Guatemala, El Salvador y va más allá, convirtiéndose en el “Puente de Las Américas”, se observan detalles que abren un abismo de implicaciones. Estos problemas no se palpan en una noticia de prensa. Las implicaciones se quedan a nivel de la retórica genérica de las pérdidas económicas del sector empresarial. Pero el costo social es enorme. Este no cabe en cifras económicas, aunque se use el término mágico de “millonario”. Este problema se vuelve medible cuando se habla del impacto social. En este caso particular, el gran agujero que detiene la circulación del tráfico impacta a la población como el cierre de la consulta externa en un hospital y más. El caso del agujero de 3 mts. en el Puente Guachipilín es como una ventana que muestra la situación dramática en que se encuentra este bello país. Duele. Un agujero de 3 mts. debería ser reparable en cuestión de horas y no de semanas. Un agujero de 3 mts, no debería ser una tragedia nacional pero se convierte por la falta de capacidad de reacción inmediata de las instituciones a cargo. El puente Guachipilín se encuentra en una región donde hay empresas grandes pero se quedan “como si nada”, aunque sean afectadas por no poder movilizar sus productos. (El Clarinero agrega que empresas del agro ya se unieron recientemente para apoyar la reparación del puente).
“Este agujero de 3 mts. desvió miles de vehículos, desde camionetas que transportan familias enteras, camiones de distribución de embutidos y bebidas, pick ups cargados con tomates, huevos, frutas, por un extravío peligroso que triplicó las horas del viaje hasta la capital o para quienes volvían de ella. Fueron largas horas de espera bajo el sol candente. Luego, a vuelta de rueda, empezó a fluir el tráfico por el angosto recodo de una pronunciada vuelta, donde hay que cruzar un puente frágil y diminuto. De pronto un conductor insolente exigió que se retrocediera ¡en subida! para que él pudiera pasar. Otros en vía contraria empezaron a rebasar y todo se volvió a paralizar. Hasta que surgió un milagro. Algunas personas con banderas improvisadas se pusieron a dirigir el tráfico. Otro milagro: los conductores obedecieron. Luego del caos vino la calma. Quiero pensar que el liderazgo demostrado por esas personas, en un momentos de crisis, es lo que Guatemala necesita para salir adelante. Quiero pensar que esa es la gente que representa a la esencia de Guatemala y su esperanza”.
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