La noche del 1 de octubre, María José Estrada Castro, de 10 años, junto a varios adultos y 13 niños de entre 2 y 13 años, celebraba el Día del Niño en una escuela cuando se desplomó parte de un cerro y sepultó la colonia.
Días después el ataúd de la niña fue cargado por sus compañeros de escuela que no se encontraban en el lugar la noche de la tragedia, en el féretro se leía “Te extrañamos María José”.
Flory
Todos los días Flor de María Cuyuch o Flory como le dicen sus conocidos, se levanta temprano y desde Fraijanes comienza su recorrido hacia la ciudad, su trabajo de taxista le despeja la mente por algunos momentos y asimila la pérdida de su madres y sus dos hijos, aunque en el subconsciente siempre llevará presente sus risas y momentos de felicidad que compartieron.
“Mi situación ha sido de sobrevivencia, no sé por qué el gobierno me olvidó, no me instalaron socialmente como me lo prometieron, me ofrecieron subsidio y no lo cumplieron, todo se me ha complicado por los gastos, lo que ganó ya no me alcanza”, refiere.
La noche del derrumbe Flory salió a comprar unas pizzas para una de sus clientes y luego hizo el traslado de otro cliente, tiempo que según ella le valió para sobrevivir.
“Esa noche los vecinos me llamaban y me daban las condolencias sin que yo supiera lo que había pasado, no me imaginé que toda la colonia había desaparecido”, refiere.
Flory dice que quisiera estudiar panadería o enfermería, pero no tiene los recursos debido a que debe alquilar una vivienda. Su madre fue cocinera, a uno de sus hijos le faltaban dos años para graduarse como administrador de empresas, el otro era subteniente del Ejército y cursaba el segundo año de derecho.
Fridolino
“Ya me resigné a la pérdida humana y material, ahora me queda seguir adelante, la pérdida de un hijo y la forma en que se fue es un dolor que me lo llevaré a la tumba”, dice Fridolino Bonilla, padre de Qaini Wilfredo Bonilla Sandoval, de 18 años, quien fuera seleccionado junior de Squash.
En el momento del derrumbe, Fridolino junto a sus hermanos y otros familiares hablaban de cómo sería la recuperación de su madre, quien permanecía en el hospital por una cirugía en el ojo.
“Escuché que empezó a caer arena en el techo de lámina del segundo nivel, al mismo tiempo comencé a percibir un olor a tierra y escombro, luego se escuchó un zumbido o un ruido similar al de las olas del mar cuando revienta en la arena, pero era la demolición de todo lo que encontraba a su paso el derrumbe”, asevera.
Cuando traté de salir a ver qué sucedía sentí el impacto de los escombros en mi cuerpo y mi pierna quedó prensada entre dos paredes, logré liberarme pero me dañe la rodilla”, explica.
Bonilla sigue como entrenador de Squash, pero debido a su lesión ya no tiene las mismas funciones y por consiguiente menos ingresos. Los once familiares que se encontraban con Fridolino sobrevivieron, pero no su hijo quien conversaba afuera de la vivienda.
Samuel Morales
La fotografía donde trata de encontrar a su familia excavando con una pala fue dramática, pues a pesar de la oscuridad y las alertas de los cuerpos de socorro su angustia no le permitía parar.
“Mi situación emocional siempre va a ser la misma por la pérdida de mi familia, siempre hay momentos de melancolía, fueron 24 años que viví con mi esposa, eso no se puede olvidar”, asegura.
Morales tiene 44 años, alquila en una vivienda en la zona 1 de Santa Catarina Pinula, y aún conserva su empleo en una empresa farmacéutica donde despacha medicamento.
“Cuando llegué al lugar de la tragedia había una aglomeración de gente, pensé que era una riña pero entre más caminaba más gente miraba, me entró nerviosismo y presté un teléfono para llamar a los tres teléfonos de mi familia pero me mandaban a buzón, cuando supe lo que había ocurrido me entró angustia, conseguí una pala y escarbé en el lugar donde sabía que estaba la casa, escarbé tres metros pero a las tres de la mañana mis brazos ya no dieron más”, lamenta.
Morales perdió a sus tres hijos y su esposa en la tragedia.
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