LIBERAL SIN NEO

El americano feo

El Americano Feo (The Ugly American, Burdick & Lederer, 1958) es una novela política que pinta los fracasos del cuerpo diplomático estadounidense, cuya insensibilidad a la cultura y costumbres locales y su incapacidad para integrarse  contrastaban con los éxitos diplomáticos del bloque soviético. La novela tuvo mucho éxito; fue producto de su tiempo y la trama está inmersa en la Guerra Fría. En la década de 1950, la diplomacia de EE. UU. servía para contener al comunismo y promover sus intereses comerciales y los de sus empresas. Especialmente en la última década, la misión diplomática de EE. UU. se concentra en impulsar una agenda social-global; el ambientalismo, feminismo, política de identidad, dignidad LGBT, toda una cola de derechos políticamente correctos y, especialmente, el combate del narcotráfico. Su misión ha cambiado, ya no le interesan los negocios.

En su discurso en la ONU, Donald Trump dio a entender que habría un giro en la política exterior de EE. UU. y que en adelante se inhibiría de intervenir e imponer su cultura. Esta podrá ser la visión de Trump, pero no se implementará pronto, por dos motivos. El primero es el Estado profundo; la burocracia atrincherada, los mandos medios altos y medios del Departamento de Estado, que continúan dirigiendo el día a día de la política exterior y tienen su propia agenda, que no es la de Trump. El segundo es porque si bien no quiere intervenir, este y aquel caso son excepciones; se ve obligado a intervenir para proteger sus intereses. Este es el caso del Triángulo Norte y Guatemala en particular.

En Guatemala muchos se preguntan si el nuevo embajador de EE. UU., Luis Arreaga, continuará en la misma línea que llevaba Todd Robinson. ¿Cuál era esa línea? Si me preguntaran diría, medio en broma y medio en serio, que no impulsaba la agenda de Trump, sino la de George Soros. ¿Sus amigos? Sus operadores políticos, Torres, Taracena, las ONG, la industria de la protesta, los multilaterales y la exguerrilla. ¿Frases memorables? La soberanía de Guatemala sería la última de sus prioridades y los diputados son unos idiotas, que no han aprendido, pero van a aprender. Invirtió millones de dólares en diseñar malpensadas reformas a la Constitución de Guatemala; presionó y extorsionó para que se aprobaran, sin éxito. Robinson fue un americano feo, un fuerte intervencionista que quería “forjar” Guatemala.

El embajador Arreaga tiene muchas cualidades a su favor, como ser de origen guatemalteco, hablar perfecto español y contar con un doctorado en Economía de la Universidad de Wisconsin. ¿Se creerá el cuento de que Iván Velásquez tiene por único objetivo combatir la corrupción? ¿O se dará cuenta de que no impulsa su mandato, sino una agenda política? ¿Se dejará seducir por la idea de que los paladines de la sociedad civil, las ONG, representan las aspiraciones de los guatemaltecos? ¿O se dará cuenta de que lo quieren usar de trampolín? ¿Va a acudir a los tribunales en los procesos montados a los militares guatemaltecos, que ganaron aquí las batallas de la Guerra Fría? ¿Percibirá que la inestabilidad política y el derrumbe de las instituciones tienen a la economía en picada y que esto va en contra de los intereses de EE. UU. y más bien acelera la migración? ¿Se tomará fotos y cocteles con quienes logran el cierre de hidroeléctricas y minas, impulsan la invasión de propiedades y empresas productivas? ¿Será otro americano feo?

La pregunta es si el embajador Arreaga articulará la visión de Trump, será un buen socio comercial, vecino y amigo, o es el ingeniero social que viene a construir una nueva Guatemala.

fritzmthomas@gmail.com

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