La Primera Cumbre de Migrantes y Retornados reunió a miles de personas con el fin de divulgar que la alianza y unión entre organizaciones, migrantes y comunidades en Guatemala puede lograr el desarrollo en el país.
Familiares de migrantes y retornados asistieron al Centro Intercultural de Quetzaltenango para el evento Aquí y Allá Somos Comunidad, en el caso de los primeros con el propósito de emprender a través de las remesas y optimizar los recursos que reciben de las mismas, y el segundo grupo lo hizo para destacar en su país los conocimientos que adquirieron en Estados Unidos.
Un factor común entre los participantes de la cumbre son las historias de lucha y superación, entre estos relatos se desprendió uno de ellos para destacar y captar la atención del público.
Regreso a la tierra de origen
La voz que enganchó a la historia de vida fue la de Omar Hernández, de 36 años, un guatemalteco que regresó al país hace dos meses, una tierra que no veía desde los 10 cuando migró junto a su madre hacia EE.UU..
Entre sus primeras palabras se escucharon “estoy sorprendido de estar de nuevo en el país de mi niñez”, de esa forma calificó su retorno y agregó que es un “gran reto” vincularse de nuevo a la sociedad guatemalteca.
Hernández después de vivir 27 años en EE.UU. tiene recuerdos incompletos de la capital, en el que
nació. Incluso ha olvidado algunas palabras en español y carece de elocuencia para comunicarse en ese idioma, en cambio en inglés se desenvuelve perfectamente.
En Guatemala Hernández enfrenta otro problema: no tiene familia. Sus familiares están en EE.UU. y recibe ayuda de amigos de su madre: “Lo más difícil fue regresar sin trabajo y sin la familia, todos están en Estados Unidos. Cuando era niño mi madre me llevó para un mejor futuro, la vida era mejor allá, el dinero rinde más”.
Hernández decidió asistir a la cumbre porque tiene la esperanza de encontrar otras oportunidades para desarrollarse en Guatemala: “En mi caso yo no tenía papeles e hice algo que no debía, entonces me deportaron. Cuando vine lo primero que pasó por mi mente fue: es la ciudad de mi niñez”.
Actualmente Hernández vive con una amiga de su madre y sus familiares le han enviado remesas para ayudarlo con gastos personales. Pero su ímpetu de desarrollo está intacto. Actualmente asiste a una capacitación para trabajar en un Call Center y salir adelante por medio del idioma que domina, el inglés.
“A los retornados les digo que no se den por vencidos porque su patria no los ha abandonado. Yo sé que buscaban nuevas y mejores oportunidades en Estados Unidos pero aquí también las pueden encontrar”, expuso Hernández al público.
Familia lejana
Para los jóvenes que han intentado cruzar la frontera hacia EE.UU. ilegalmente, la experiencia también los ha marcado y son parte de los retornados. En muchos casos lo que deseaban era ver a sus familiares y volver a integrar una familia, como cuando lo eran todos en Guatemala.
Entre estos casos está el de Jennifer Díaz, de 20 años, quien hace dos años intentó llegar a EE. UU. junto a su madre y un hermano menor de edad.
Al cruzar la frontera Díaz fue detenida junto a su familia y se frustró el sueño que tenían de estar junto a su hermano menor, quien es ciudadano americano pero está enfermo. Después de ser detenidos en la frontera estuvieron seis meses en lo que ella considera “fue una cárcel”.
El esfuerzo de llegar a EE.UU. fue para reencontrarnos, relató Díaz: “Queríamos reunirnos con mi papá y mi hermano menor, además deseabamos un mejor futuro y mi mamá quería ver a mi hermano pequeño. Después de ser detenidos nos trasladaron a lo que ellos llaman un hogar pero es una cárcel. De vez en cuando comíamos un pedazo de pollo porque generalmente nos daban apio o zanahoria cruda y a veces los policías nos gritaban”.
Díaz no piensa intentar de nuevo cruzar la frontera hacia EE.UU. a pesar de que no ha podido encontrar un trabajo formal desde que regreso: “Es difícil no saber cómo están, hablamos por teléfono pero no es lo mismo. No hemos convivido desde pequeños como una familia integrada, como debería de ser. Aún con tropiezos es importante estar juntos, pero la distancia es muy difícil”.
Superación
En la cumbre también se expusieron historias de migrantes que inspiran, como el caso de Marvin Otzoy, de Chimaltenango. Lograr las metas en EE.UU. no ha sido fácil para este guatemalteco que acostumbra a compartir con sus compatriotas lo que ha obtenido.
Actualmente Otzoy tiene una empresa en EE.UU. y ayuda a otros migrantes a obtener su ciudadanía, pero previo a esto debió realizar muchos sacrificios y esfuerzos, migró porque sentía que en Guatemala no alcanzaría los sueños deseados, creció en una familia de agricultores donde a pesar de las limitaciones pudo estudiar y siendo un economista emprendió el viaje.
Aunque viajó legalmente a EE.UU., al llegar no trabajó en algo relacionado a la profesión que estudió en Guatemala. A los 29 años empezó a laborar en una empresa haciendo la limpieza.
“El ser migrante allá -en EE.UU.- no es cosa fácil, yo migré solo pero a los tres meses llegó mi familia, ahora tengo 17 años de vivir allá y quiero ayudar a otros a alcanzar sus sueños para contribuir en la economía de allá, pero también la de aquí”, expuso Otzoy.
Servicios Profesionales de Marvin Otzoy actualmente es el medio para que el guatemalteco pueda ayudar a otros a obtener su ciudadanía, además de colaborar con victimas de catástrofes, colaborar en jornadas médicas y aportar en otras acciones para ayudar a las comunidades de su país.
Esperanza
Entre los familiares de migrantes que acudieron a la cumbre, habían madres que por muchos años no han visto a sus hijos y que los extrañan, uno de los casos es el de Aura Pum Pérez, de Cantel, Quetzaltenango, dos de sus cuatro hijos migraron hace 12 años a EE.UU.
“Ellos se fueron por la ingrata pobreza, trabajábamos día y noche pero no podíamos darles estudio y comodidades, me dolió tanto que en el camino en el desierto para llegar sufrieron mucho y yo no podía estar con ellos para consolarlos”, sollozó Pum Pérez en el escenario.
Pum Pérez asegura que tuvo miedo de que sus hijos de 32 y 30 años murieran, ahora solo desea volverlos a ver: “Ellos me han cambiado la vida porque me mandan mis centavitos pero no los veo, no puedo abrazarlos y estar con ellos, ahora no me hace falta nada pero no los tengo a ellos, ese no es el objetivo de la vida yo quiero que estemos unidos pero el destino así lo quiso y me tengo que resignar”.
La mujer también lamentó los momentos importantes en la vida de sus hijos en los que no ha estado, entre estos el nacimiento de sus cuatro nietos en EE.UU.
“Primero Dios los volveré a ver, tengo el deseo de abrazarlos un día, me parte el alma porque tengo nietos y no los puedo tocar, solo escucho sus llantos por el teléfono, antes de irse me dijeron que un día me iban a sacar de la pobreza y cierto nada me falta en lo material, pero ellos son más que eso”, expuso Pum Pérez.