Alta Verapaz

Parientes de agricultor que se suicidó luchan por sobreponerse en medio de la pobreza

Con la mirada perdida, un suspiro y una lágrima, Amalia Xol, de 45 años, quien perdió a su esposo Tomás Ical Cu, que se  suicidó debido a las pérdidas que dejó el invierno, trata de sobreponerse.

Rigoberto Ical Xol, hijo mayor de Amalia Xol, acompaña a sus hermanos menores y a su madre en la vivienda que quedó dañada por la inundación. (Foto Prensa Libre: Mike Castillo)

Rigoberto Ical Xol, hijo mayor de Amalia Xol, acompaña a sus hermanos menores y a su madre en la vivienda que quedó dañada por la inundación. (Foto Prensa Libre: Mike Castillo)

La  familia vive en la Chapina, Chisec, Alta Verapaz, y además sufre por la pérdida  del maíz,  que sería su sustento.

Sin documento personal de identificación (DPI), Xol junto a sus siete hijos, vive en  extrema pobreza en un rancho de cañas, palos y techo de palma. Con ayuda de un traductor de q’eqchi’, dijo que es el inicio de una de las peores etapas de su vida  por su condición de mujer, pero sobre todo porque  sus    hijos menores de edad, entre 2 y 17 años,  ahora dependen solo de ella. Los otros cuatro, tres mujeres y un hombre, ya están casados.

El desconsuelo la invade porque son las 13 horas y nadie ha comido.  En su casa no hay nada, incluso sus pertenencias se encuentran en la casa de sus padres, a 2 kilómetros del lugar que se inundó y destruyó la milpa.

Con lágrimas trata de buscar explicación a la decisión que tomó su esposo, pues nunca antes le contó de algún problema,   deuda o algún motivo para quitarse la vida, la experiencia ha sido y es complicada porque  nadie le da trabajo.

“Él me daba gasto, aunque sea un poco. Para las mujeres y más con tantos hijos no hay oportunidades, no se puede hacer nada”, expresa Xol.

Asegura que no tiene otro lugar a donde ir, por lo que espera que se seque el lodo para volver a su hogar, aunque para ello necesita reconstruir su rancho, el cual se dañó y no se puede reparar, por lo que   debe construirse uno nuevo.

“Tal vez mi esposo se cansó, no hay dinero para comer y menos para hacer una casa nueva”. Lamenta Xol, mientras sostiene en brazos a su hija de 2 años Amalia, quien no ha sido  inscrita  en el Registro Nacional de las Personas porque ella no tiene DPI. Su nombre fue borrado de los libros y no aparece.

Recuerda que esa fue una lucha  de su esposo, quien trató de documentarla. Viajó varias veces a Chisec, a Tamahú, Fray Bartolomé de las Casas y otros lugares, pero no le dieron una respuesta. Eso le ha impedido  recibir ayuda o ser incluida en programas de Gobierno.

De hermano a padre

Rigoberto Ical Xol,   25, hijo mayor de Xol, quien tiene   un hijo con su esposa,  asegura que sobre sus hombros pesa la responsabilidad de buscar alimentos para su madre y sus  hermanos.

Recuerda que después de una semana de  lluvias en  la Franja Transversal del Norte, en Alta Verapaz, el 6 de octubre el río Chixoy   se desbordó e  inundó   los campos y  viviendas. Esa noche, después de sacar sus pertenencias antes de que el agua entrara en la casa, a eso de las 23 horas se refugiaron en el corredor de una tienda, donde compró comida y la compartió con sus padres, y durmieron en ese lugar. 

A las cinco horas del día siguiente sus padres regresaron a la casa, él se levantó y decidió regresar al rancho para saber cómo estaba. Rodeó la casa y     al abrir la puerta encontró a su padre colgado con un lazo en una de las vigas.

“Me asusté y grité, perdí las fuerzas, mis piernas ya no soportaron mi peso, me agarré de la maya del vecino y mi esposa me ayudó para que no cayera porque aún estaba inundado”, relata.

Recuerda que estaba oscuro. El susto que se llevó lo compara con un sueño difícil de creer. Además,  la comunidad decidió hacerlo responsable de mantener a la familia. 

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