El desconsuelo la invade porque son las 13 horas y nadie ha comido. En su casa no hay nada, incluso sus pertenencias se encuentran en la casa de sus padres, a 2 kilómetros del lugar que se inundó y destruyó la milpa.
Con lágrimas trata de buscar explicación a la decisión que tomó su esposo, pues nunca antes le contó de algún problema, deuda o algún motivo para quitarse la vida, la experiencia ha sido y es complicada porque nadie le da trabajo.
“Él me daba gasto, aunque sea un poco. Para las mujeres y más con tantos hijos no hay oportunidades, no se puede hacer nada”, expresa Xol.
Asegura que no tiene otro lugar a donde ir, por lo que espera que se seque el lodo para volver a su hogar, aunque para ello necesita reconstruir su rancho, el cual se dañó y no se puede reparar, por lo que debe construirse uno nuevo.
“Tal vez mi esposo se cansó, no hay dinero para comer y menos para hacer una casa nueva”. Lamenta Xol, mientras sostiene en brazos a su hija de 2 años Amalia, quien no ha sido inscrita en el Registro Nacional de las Personas porque ella no tiene DPI. Su nombre fue borrado de los libros y no aparece.
Recuerda que esa fue una lucha de su esposo, quien trató de documentarla. Viajó varias veces a Chisec, a Tamahú, Fray Bartolomé de las Casas y otros lugares, pero no le dieron una respuesta. Eso le ha impedido recibir ayuda o ser incluida en programas de Gobierno.
De hermano a padre
Rigoberto Ical Xol, 25, hijo mayor de Xol, quien tiene un hijo con su esposa, asegura que sobre sus hombros pesa la responsabilidad de buscar alimentos para su madre y sus hermanos.
Recuerda que después de una semana de lluvias en la Franja Transversal del Norte, en Alta Verapaz, el 6 de octubre el río Chixoy se desbordó e inundó los campos y viviendas. Esa noche, después de sacar sus pertenencias antes de que el agua entrara en la casa, a eso de las 23 horas se refugiaron en el corredor de una tienda, donde compró comida y la compartió con sus padres, y durmieron en ese lugar.
A las cinco horas del día siguiente sus padres regresaron a la casa, él se levantó y decidió regresar al rancho para saber cómo estaba. Rodeó la casa y al abrir la puerta encontró a su padre colgado con un lazo en una de las vigas.
“Me asusté y grité, perdí las fuerzas, mis piernas ya no soportaron mi peso, me agarré de la maya del vecino y mi esposa me ayudó para que no cayera porque aún estaba inundado”, relata.
Recuerda que estaba oscuro. El susto que se llevó lo compara con un sueño difícil de creer. Además, la comunidad decidió hacerlo responsable de mantener a la familia.