PUNTO DE ENCUENTRO

Medios: ¿la agenda del poder?

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La libertad de expresión y los derechos a la información y a la comunicación son inherentes a la democracia. En la medida en que se fortalecen la democracia tiene mayor solidez. En este ámbito los medios de comunicación juegan un papel central, por eso mientras más concentrada está su propiedad, menor es la calidad democrática y más restringido está el libre flujo de la información y las ideas.

Es evidente —aunque pareciera que en Guatemala no lo es tanto— que la concentración de la propiedad de los medios perjudica la libertad de expresión de quienes emiten los mensajes y la libertad de información de quienes los reciben. Por eso, mientras más concentrada está la propiedad de los medios, más propensos estamos a recibir la versión de la realidad que quieren transmitirnos los sectores poderosos. Es decir, la concentración mediática afecta directamente la pluralidad y distorsiona la agenda pública, porque fija los temas centrales que deben discutirse y aquellos que deben ignorarse en función de la agenda del poder.

Los efectos negativos de la concentración de la propiedad de los medios están a la vista en nuestro país y se traducen en una influencia indebida en el ámbito político. Esta situación no es exclusiva de Guatemala, en América Latina y en el mundo abundan los ejemplos de cómo los propietarios de medios logran tener control sobre los grupos políticos y los poderes públicos.

Además de afectar la democracia, los monopolios y oligopolios mediáticos —producto en gran medida del sistema de adjudicación de las frecuencias de televisión y radio— producen graves distorsiones en el ámbito de la comunicación. Algunos de sus efectos más nocivos son la baja calidad del periodismo que practican, la degradación de las condiciones de trabajo y la precarización laboral de los periodistas; una acotada libertad editorial y permanentes conflictos de interés por la proximidad de los medios a los intereses de los sectores dominantes.

Para analizar estas temáticas, la semana pasada se realizó en Montevideo, Uruguay, un foro internacional sobre concentración de medios, democracia y libertad de expresión. En la actividad se presentaron tres investigaciones sobre la concentración mediática y digital en Latinoamérica, desarrolladas por el Observatorio Latinoamericano de Regulación, Medios y Convergencia (Observacom).

Los resultados muestran que en la región existe una hiperconcentración de la propiedad, sobre todo en los medios audiovisuales, ya que hay países en donde la totalidad de los medios está en las manos de un único propietario, de un número reducido de individuos o pertenece exclusivamente a extranjeros.

Sobre el internet, los hallazgos también son preocupantes: más de la mitad de la población del mundo no tiene acceso a la red y la mayoría de los usuarios se concentra en los países desarrollados (81%). Los números también muestran un dominio de carácter monopolista en los servicios de búsqueda (Google) y redes sociales (Facebook), que alcanza casi el 92%. Esta concentración tiene un impacto directo sobre la libertad de expresión porque permite la remoción, desindexación o bloqueo de contenidos por presión de los Estados y actores privados; la priorización de información, ideas y opiniones; el silenciamiento de voces diversas, una creciente homogenización cultural y la transferencia de recursos nacionales hacia economías centralizadas.

Si esta indebida concentración pone en peligro la democracia y la función de servicio público de los medios, ¿no vendrá siendo hora de debatirla?

@MarielosMonzon

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