EDITORIAL
Desesperación por recursos financieros
No pudo ser más reveladora la escena en la que el dirigente magisterial Joviel Acevedo discute con el diputado Fernando Linares Beltranena respecto del presupuesto de gastos para 2018, en la que el primero intenta imponer su criterio para que el Congreso apruebe los recursos millonarios para que el magisterio no deje de recibir el aumento anual.
Los díscolos personajes son el reflejo de las pasiones que mueven la política guatemalteca, en la cual aflora la desesperación porque en el Congreso tambalea la aprobación de la millonaria erogación y cuyo primer intento se hizo el pasado jueves pero no se consiguieron los votos suficientes para modificar la agenda del día y así suspender la sesión permanente y empezar a discutir el gasto, lo cual no ocurrió y empieza a acortar los plazos.
Tal parece que dicha aprobación no será fácil, y lo cierto es que lo ideal sería descartar esa propuesta, porque está cargada de irregularidades y transpira malas intenciones, sobre todo cuando desde el Ministerio de Finanzas se insiste en impulsar un proyecto politiquero.
La propuesta de convertir una cifra millonaria de recursos en un cheque en blanco para atender a los brazos políticos del presidente en los departamentos, quienes serían los responsables de manejar una cifra que podría llegar a los mil millones de quetzales, entre lo presupuestado para 2018 y un bolsón de arrastre repleto de posibilidades de convertir el gasto en un proyecto preelectoral.
Por eso es que cuando Acevedo arremete contra los diputados no hace más que reflejar el mismo espíritu que domina las negociaciones de uno de los presupuestos más desfinanciados de nuestra historia reciente, con el cual se busca de manera irresponsable llevar el endeudamiento a límites insostenibles y es por ello que este dirigente no duda incluso en apelar al cumplimiento de un decreto de 1962, el cual establece un aumento de acuerdo con los indicadores de inflación.
Un requisito que ciertamente no se cumple ni existe interés en su discusión porque ha sido más fácil la compraventa de voluntades y garantizarse apoyos espurios, los cuales afloran en forma masiva cuando los gobernantes pasan por momentos críticos e invariablemente ocurren cuando el descenso de popularidad es indetenible.
En el fondo, la pintoresca imagen del diputado y el representante del grupo de choque magisterial son lo menos importante en una discusión de tanta trascendencia, donde ni uno ni otro sector parece dar muestras de sensatez para hacer de la gestión pública un modelo más congruente con la realidad económica nacional, y por ello las discusiones siguen girando en torno a privilegios insostenibles para los contribuyentes, que son los que pagan los caprichos de una burocracia displicente.
El gobierno central y el Legislativo harían bien en escuchar a los expertos en la materia, quienes de manera unánime se han pronunciado en contra de este nuevo despropósito, porque quebranta fundamentales normas de gasto, fomenta el clientelismo y porque también se intenta hacer más flexibles los mecanismos de transparencia, los cuales, de no existir, convertirán el nuevo presupuesto en un festín, como refleja la vociferante y amenazante figura del líder magisterial.