TIEMPO Y DESTINO
Cuando el Gobierno ordenó fusilar a 2 jóvenes masones
Rafael Ruiz Gutiérrez, venezolano, y Juan Francisco Casanova, colombiano, habían llegado a Guatemala, procedentes de la América del Sur, con el encargo de fundar logias masónicas en los países centroamericanos. La masonería estaba en auge. Hoy en día se contabilizan unos siete millones de masones en el mundo. No sé cuántos hay en nuestro país.
Gutiérrez y Casanova venían en representación del Gran Oriente Neogranadino, organización colombiana inspirada en organizaciones masónicas de Inglaterra y Francia.
Los historiadores refieren que cuando en 1830 se disuelve la Gran Colombia, las logias que habían estado bajo obediencia del Gran Oriente de Caracas resolvieron crear un Supremo Consejo de Grandes Inspectores Generales del Grado 33º, el cual fue establecido en Cartagena de Indias, el 18 de junio de 1833 bajo el nombre de Consejo Supremo Neogranadino, con carta patente del Gran Oriente de Francia. (Wikipedia).
No soy masón ni he tenido relación alguna con la masonería guatemalteca, excepto que mi querido y respetable suegro, Bernardo Alvarado Tello, fue un distinguido masón, ostentó el grado 33 y dejó esta vida siendo un masón íntegro. Y fuimos muy buenos amigos, no obstante que políticamente él, como muchos masones ilustres, era liberal democráticamente irreductible. Fui, además, testigo de que en ningún momento se rindió al pedido de la Iglesia para que en los últimos momentos de su vida abjurara de la masonería.
Pues, de estos temas y de otros más se nutre el libro titulado Apuntes para la Historia de la Masonería en la Época Colonial, escrito por Clodoveo Torres Moss, uno de los maestros de educación primaria graduados en la Escuela Normal Central para Varones, centro educativo al que ingresó como interno, en goce de una beca que le otorgó el Gobierno.
Ejemplares de sus obras figurarán en la Primera Exposición de Libros escritos por Normalistas, organizada por la Fraternidad Normalista.
Algunos de los lectores de esta columna pueden, en principio, pensar que el fusilamiento de los dos jóvenes masones fue cometido en Guatemala —lo cual no sería sorprendente— pero, el crimen no sucedió aquí, sino en Nicaragua, en 1928, durante el Gobierno presidido por un militar llamado Manuel Antonio Cerda.
Por esos tiempos Nicaragua estaba sumida en una guerra civil entre conservadores y liberales. El comandante Cerda era el típico representativo de los primeros y junto a él tomaron partido —inexplicablemente— los dos masones de esta historia. Así que se alistaron, tomaron las armas y fueron a combatir. Pero algunos de sus “compañeros de armas” fueron a decirle al dictador que esos dos extranjeros eran espías de Simón Bolívar, enviados para promover la anexión de Nicaragua a Colombia.
El poderoso Cerda ni se molestó en investigar y en un dos por tres resolvió el caso.
—Tomen a esos dos traidores y fusílenlos— fue la tonante orden del militar.
Y el jefe del pelotón de fusilamiento, cuando el castigo ya había sido consumado, se aproximó a los cadáveres, todavía calientes; les cortó las orejas, las ensartó con su espada, una por una, y las llevó a mostrar, como trofeo, al gobernante nicaragüense. Este sonrió, satisfecho por haber triunfado sobre los “traidores” bolivarianos.
Los libros para la exposición de los normalistas continúan llegando. Uno de los más interesantes se titula Efemérides de la Antigua Guatemala 1544-1779, escrito por José Joaquín Pardo, graduado de maestro de instrucción primaria el 10 de septiembre de 1927.
Maestros de todo el país, envíen libros a la 5ª. Venida 15-45, zona 10, local 106, torre 1, del Centro Empresarial, clínica del doctor (normalista) Edgardo Laparra Segura, presidente de Fraternidad Normalista. Teléfono 2333-706, fax 2333-7294.