Dentro de esa vitrina está “Trump: The Game”, un juego de mesa en cuya caja roja con el rostro de un joven Trump se lee: “Estoy de vuelta y estás despedido”.
También una botella de vodka Trump, un libro de su supuesta universidad -que tuvo problemas con la justicia- y una gorra roja con su lema de campaña “Make America Great Again”.
“Es un hombre que construyó su imagen de empresario exitoso, es su marca registrada, pero si nos fijamos en sus iniciativas de negocios, fueron desventuras, un fracaso detrás de otro”, indicó West, para quien la gorra es una premonición del descalabro que será el gobierno del magnate republicano, que en enero cumplirá su primer año.
“Cansado de historias de éxito”
Están en la colección las gafas de Google, así como unas hechas por Nike que requerían que el usuario se colocara imanes en la piel; la Coca Cola BlaK -una gaseosa a base de café- y la Crystal Pepsi, transparente.
Además hay una muñeca harapienta, con ojos melancólicos y la mano extendida como pidiendo: se llama “Little Miss No Name”, “Señorita sin nombre”.
Y el Edsel, un modelo de la década de 1950 de Ford. Y una muñeca sexual de alquiler –la compañía china que la alquilaba aseguraba que se lavaba después de cada uso. Fracasó también.
Los visitantes pueden escribir sus propios fracasos en un muro -o “confesionario”-, donde se lee varias veces: “Vote por Trump”.
Aunque la lasaña de Colgate está expuesta, se trata de una réplica porque, como West explicó a la AFP, la empresa nunca accedió a entregarle un paquete.
En todo caso y aunque puede sacar algunas carcajadas, también está rodeada de mensajes en la pared que se resumen en una única idea: no hay nada malo con fallar.
“Para el progreso tecnológico se necesitan muchos fracasos en el camino. Pero es lo mismo en la innovación social: como individuos, cuando aprendemos cosas nuevas, fracasamos. Creo que debemos aceptarlo más”, añadió West, que tuvo la idea de su museo porque “estaba cansado de las historias de éxito”.
Impacto con el fracaso
La colección, que estará en Los Ángeles hasta enero antes de ser trasladada a otras ciudades de Estados Unidos, se une a otros curiosos “museos” de la ciudad: de relaciones que se acabaron y el despecho; de conejos, de la muerte y hasta del terciopelo.
West no tiene patrocinadores -“las compañías no quieren ser asociadas con un museo sobre el fracaso”-, pero recibe todas las semanas paquetes con donaciones para su colección. Una vez le mandaron una bolsa de papas fritas con sabor a café capuchino.
Y al día siguiente de inaugurarse en Los Ángeles, el museo recibió un Juicero, una sofisticada y costosa máquina (valorada en US$700) para exprimir jugos que acaba de salir al mercado, tal vez una mala señal para la compañía que la creó.
Hoy su colección está compuesta por 40% de donaciones y 60% de objetos adquiridos por él.
“Es una idea súper inusual”, dijo Chris Whitehead, que trabaja en informática y ese día visitaba el museo. En la pared confesó que había reprobado su examen de conducir seis veces.
“Creo que la lección es que, aunque fracases, puedes causar un efecto de cualquier modo”.