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La nadadora compartió su satisfacción por lo conseguido en Nicaragua, pero confesó que más que las medallas y récords se enfoca en las metas a corto plazo y entre ellas está llegar en el mejor nivel a los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla 2018.
Morales dominó en las justas de Istmo las pruebas de 50 y 100 metros dorso, donde además impuso récords. También lo hizo en los 50 metros mariposa y en los relevos de 4×100.
“Me siento contenta. Esperaba en los centroamericanos recuperar lo físico, después de tener a mi segundo bebé. En un inicio tenía previsto competir en los 50 y 100 metros dorso, pero las cosas se fueron dando para bien. Estoy contenta porque mi cuerpo resistió”, expresó.
La guatemalteca aplaudió la actuación de sus compañeros en la natación y aprobó la decisión de la federación de imponer marcas mínimas. “Ese nos exigió a todos al máximo para hacer un buen papel”, dijo al reconocer que la natación femenina aún es débil y requiere de mayor talento.
Esfuerzo constante
La vida de Gisela se ha desarrollado en la piscina. Se inició en el deporte a los 4 años, mientras que en alto rendimiento debutó en los Centroamericanos del 2001, donde deslumbró.
La natación ha sido una escuela de vida para la atleta. Durante estos años su mayor lección ha sido aprender de las derrotas y el ser independiente, al punto que ella misma hace sus programas de preparación física y técnica.
“Perder es necesario en la vida. En un momento de mi vida yo creía que era la mejor, y que nadie me podía ganar y ahora sé que estaba equivocada”, compartió.
Morales recibió un fuerte golpe cuando la vida y el deporte le hicieron poner los pies en la tierra. “Considero que fue importante caer y tocar fondo”, dijo.
La Sirenita vivió ese duro momento en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, lo que califica como la peor caída en su carrera. Tenía 16 años y era una joven insegura.
“Mi entrenadora en ese entonces me hizo creer que no sería nadie si no estaba junto a mí. Con el tiempo aprendí que era un error”, expresó Morales, quien añadió que en su academia transmite a sus alumnos la seguridad en sí mismos.
No creo que tenga medallas pendientes, me encanta el deporte y mi meta es mejorar día a día.
“A mí me hicieron depender mucho de una persona y me costó cortar la relación, al punto que pensé que no sería una buena nadadora. Yo le digo a mis chiquitos que no dependen de su entrenador, que están preparados y nosotros no tenemos que estar ahí para que hagan las cosas. Que confíen en su preparación”, expresó Gisela.
Otra perspectiva
Tras más de 20 años de practicar natación, Gisela confesó que su principal fortaleza es la madurez que le ha dado el deporte.
“Cuando era joven, la natación era todo para mí, pero ahora con la familia, mis hijos Ian y Joshua, el trabajo, no pongo mucha importancia a los resultados deportivos, es un plus. Si me va bien que bueno y si no, tampoco es el fin del mundo. A veces uno de joven no tiene ese balance y se pone mucha presión y los resultados se ven afectados por eso”, resaltó.
Gisela reconoció que con las academias, su perspectiva como nadadora cambió, pues ahora se ve desde el otro lado y comprende las exigencias y regaños de sus entrenadores.
“Soy muy perfeccionista en todas las cosas que realizo y eso le exijo a mis alumnos. Veo como esa perfección me trajo resultados. En los entrenamientos a medias es uno mismo el que se hace daño, el entrenador está allí para darte las herramientas, pero si uno no sigue sus consejos de nada vale. El que va a sobresalir es el que busque la excelencia”, recalcó la Sirenita.
El próximo reto de Gisela será en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se disputarán en Barranquilla, Colombia, en julio del próximo año, admitió que no planifica a largo plazo, sino que ira paso a paso, es por eso que dejó en incertidumbre si tiene previsto continuar el camino a Tokio 2020, tras cumplir con las justas del 2018.