VENTANA
Remolino tecnológico
Voy caminando en las calles de Nueva York y pensando en Guatemala, en lo que nos deparará el año 2018. Veo, con sorpresa, que la composición de las calles de esta metrópoli mundial ha cambiado desde hace unos cinco años para hoy. Por ejemplo, antes, se acostumbraba ver que, cada dos o tres cuadras, había un banco, varios minisupermercados con ventas de verduras y flores en las aceras y, por supuesto, restaurantes de todo tipo de nacionalidades. La primera sorpresa es que ya no hay tantos bancos. Existen menos minisupermercados. Muchos de los negocios tradicionales ya no se repiten cada dos o tres cuadras. ¿Qué pasó aquí? ¿Puede pasar esto también en Guatemala? Hasta los grandes rascacielos, que antes centralizaban sus operaciones en este ombligo del mundo, han cedido a la presión de la descentralización que está ocurriendo en los negocios gracias a la expansión de la comunicación satelital. Los ejecutivos de las empresas multinacionales ya no tienen que viajar tanto para tomar decisiones. Ahora están comunicados las 24 horas del día a través de sus computadores y celulares, a pesar de estar esparcidos por todo el mundo.
Para comprender mejor lo que está sucediendo en Manhattan, cierro los ojos e imagino que se ha formado un gran remolino tecnológico que se va tragando todo lo que tiene a su alrededor, hasta conducirlo a un orificio final donde existe la nada, como pasa con los agujeros negros que crean nuevos universos. Lo que sí logro advertir es que, a pesar de lo rotundo que es el cambio, el salto a la era del conocimiento que tiene a la tecnología en sus manos, Nueva York lo está manejando bien. Volví a cerrar los ojos y mi mente se puso sobre Guatemala, y vi que este mismo remolino, tragalotodo, ¡está también encima de nosotros! Todos los negocios que no se adapten a los grandes cambios tecnológicos desaparecerán del mapa de la economía nacional y mundial. Pero, contrario a los Estados Unidos, donde la agricultura es apenas una pequeña parte de la economía, en Guatemala este gran remolino tecnológico puede ser fatal y no tenemos idea de lo grave que es nuestra situación actual.
Comparé nuestra situación con la del Japón, cuando la segunda guerra había terminado en Europa, pero los japoneses se negaban a rendirse. “En julio de 1945, desde Alemania, las naciones aliadas y los Estados Unidos llamaron al Japón a rendirse o enfrentar una terrible destrucción. Ajenos a la existencia de la bomba atómica, los japoneses no negociaron la rendición”, ver: El siglo XX, Richard Overy, Editorial Akal, 2013, págs. 126-127. ¿Por qué llega mi imaginación a visualizar tales límites de gravedad nacional? ¿Por qué veo a Guatemala tragada por un remolino de tales magnitudes? Porque, ojalá, nuestros desafíos tecnológicos fueran solamente en el ámbito económico, como sucede en los Estados Unidos. En Guatemala, la situación se agrava porque nuestro remolino cobra fuerza por corrientes que lo hacen más peligroso: una, la presencia del narcotráfico y del crimen organizado internacional; dos, la poca capacidad de nuestras empresas para hacer inversiones y generar nuevos empleos; tres, la perversidad de nuestra clase política… ¿elegirá el presidente Morales un nuevo fiscal general con la integridad y valentía de Thelma Aldana?; cuatro, la indecisión de muchos guatemaltecos de tomar el camino del bien o del mal y confundirlo con la vieja pugna entre derechas e izquierdas. En fin, en este nuevo año nos jugamos el futuro. Tendremos que tomar la decisión: o fundamos, entre todos, un Estado que esté en condiciones de luchar por el país, o ni quiero imaginar cómo nos traga el remolino…
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