IDEAS

Más evidencia contra el sistema

Los detalles del caso Odebrecht revelados esta semana no hacen más que confirmar que el problema es el sistema y mientras este no se cambie, seguiremos toda la vida lidiando con corruptos, viendo cómo hacen chinche los recursos de los tributarios y dependiendo de que de vez en cuando aparezca alguien que sea la excepción que confirme la regla.  No podemos seguir así. ¡Hay que cambiar el sistema!

Por increíbles y asqueantes que nos parezcan las cifras alrededor del caso Odebrecht, lo que ha sucedido a lo largo y ancho de nuestro país desde hace muchos años las opacan. La corrupción alrededor de la obra pública ha sido gigantesca y no es de reciente data. Lo que es más, si se compara con lo que ha sido la norma en Guatemala hasta palidece: según las investigaciones del Ministerio Público y la Cicig, en este caso negociaron un 7.5% de comisión. La norma en Guatemala ha sido como mínimo un diez por ciento, y en el caso de los gobiernos más descarados, como por ejemplo el del FRG, han pedido hasta un 35% de mordida. De allí que no nos debe extrañar que, en general, las obras públicas en nuestro país son carísimas y de mala calidad. Nuevamente, lo de Odebrecht no es más que la punta del iceberg.

Las evidencias en este caso comprueban que Guatemala tampoco es la excepción sino la regla. El modus operandi de Odebrecht en buena parte de Latinoamérica era exactamente el mismo. Llegaron al colmo de que establecieron una división cuyo único objetivo era pagar sobornos y hasta compraron un banco para facilitar las transacciones corruptas.

Y todavía hay algunos ingenuos que creen que en los países “desarrollados” la cosa es distinta, pero no lo es. Quizá son más sofisticados y menos evidentes, pero la tentación de aprovecharse del poder para beneficio propio siempre está allí. Si no me cree, vea que hasta en el parlamento europeo tienen “plazas fantasma” y la mayoría de burócratas viven muy, pero muy bien, de los impuestos que los demás pagan.

Pero en última instancia, lo que más nos debe importar es lo que sucede en nuestro país y las acusaciones recientes sacan a luz una parte —que no todo— de la podredumbre de este sistema que incentiva a los peores miembros de nuestra sociedad a buscar aprovecharse del poder.

Todo el peso de la ley debe caer sobre todos aquellos que se han aprovechado del poder para robar el dinero de los tributarios. Ya se empezó con los procesos penales que lleva el MP y la Cicig, pero también se debe proceder legalmente en contra de Odebrecht para que devuelva todo el dinero del proyecto. Es una desgracia —y se les debe pedir cuentas al respecto— que la procuradora y el ministro hayan sido tan mojigatos en este caso y en lugar de reclamar a tiempo el agravio cometido hayan esperado hasta ahora para ver si logran rescatar algo.

Yo solo espero que los guatemaltecos aprendamos la lección y entendamos que el problema es el sistema. Le garantizo que a pesar de todas las investigaciones y acusaciones que se han llevado a cabo, hasta la fecha la corrupción sigue boyante en muchas dependencias del gobierno. Los esfuerzos por la transparencia y la persecución son loables, pero sería mucho mejor y más eficiente que nos ocupáramos en cerrar lo más posible las arcas. Mientras no entendamos que el problema es precisamente el sistema, el gobierno, y tomemos las acciones necesarias para limitar el poder discrecional de los funcionarios y burócratas, cambiaremos caras cada cuatro años, pero el problema persistirá. ¿Estamos dispuestos a entrarle al problema de raíz o nos contentaremos con estar podando el árbol de la corrupción todo el tiempo?

Fb/jjliber

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