El templo estaba asignado al sacerdote José Ciriaco Arteaga, quien al morir años después fue sepultado en ese lugar.
“Desde que llegó la escultura cientos de vecinos se aglomeraron en el oratorio para venerar la réplica de la imagen que llegó desde el convento de San Agustín en Quito, Ecuador, donde, según la historia, una mula caminaba sola cargando un enorme bulto hasta llegar a las gradas del convento, donde murió por el cansancio”, relató el historiador.
“Los monjes descubrieron que lo que cargaba el animal era la imagen de Jesús de Jesús de la Buena Esperanza, por lo que decidieron entrarla al templo; sin embargo, sus esfuerzos por cargarla resultaron inútiles, ya que esta aumentaba de peso en proporción al número de personas que la cargaban”, agregó Carrillo.
Milagro
El primer milagro que se atribuye a esta imagen fue concedido a Gabriel Cayancela, un humilde y pobre hombre que vivía en Quito, quien, agobiado por su miseria, llegó al convento de San Sebastián a suplicarle a Jesús que lo ayudara; sin embargo, el sacristán del templo lo sacó.
Al día siguiente, el atribulado hombre se levantó muy temprano para ir al templo y continuar con su suplica, pero al abrir la puerta de su vivienda se sorprendió al ver el cadáver de una mujer a la que habían asesinado la noche anterior.
“Al pasar por donde estaba el cadáver pisó la sangre de la víctima y se manchó las sandalias. Al llegar al convento llegó hasta el altar y continuó con su oración, cuando de repente una de las sandalias de oro de la imagen cayó en sus manos, por lo que decidió venderla, pero fue capturado sindicado de robo y de haber participado en el crimen de la mujer, porque llevaba sangre en la sandalia y el cuerpo estaba fuera de su casa”, contó.
El creyente fue condenado a muerte y antes de ser ejecutado pidió que lo llevaran a venerar la imagen, a la que le dijo que por haberle dado su sandalia iba a morir; sin embargo, en ese momento y ante la vista de todos cayó la segunda sandalia en las manos del sentenciado, acción que valió para que de inmediato fuera liberado.
César Morales, devoto, comentó que durante su niñez llegaba a la iglesia y veía en la mirada dulce y piadosa de Jesús de la Buena Esperanza, la cual le reflejaba paz y tranquilidad.
“Cientos de devotos veneran la imagen en agradecimiento a los milagros recibidos” , expresó Morales.