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La remota plantación que podría tener la clave para ganar la batalla y salvar los bananos del mundo

Visitar la plantación de banano Matanuska no es fácil en estos días. Después de un viaje de dos horas desde la ciudad más cercana, en el norte de Mozambique, los visitantes que llegan a la granja se detienen en la entrada y se les pide que mojen sus pies en pozos de desinfectante. Incluso los autos son lavados.

¿Es este el futuro para muchas de las plantaciones de bananas del mundo: señales avisando que se prohíbe la entrada por cuarentena? ALAMY

¿Es este el futuro para muchas de las plantaciones de bananas del mundo: señales avisando que se prohíbe la entrada por cuarentena? ALAMY

La exuberante vegetación que alguna vez pareció un milagro —una masiva plantación de bananas en el medio de una seca llanura de un país desesperadamente pobre— ha sido devastada por un hongo mortal, el mal de Panamá o fusariosis del banano.

Hace cinco años, la raza tropical 4 (Foc R4T), como se la conoce formalmente, fue vista aquí por primera vez en África después de matar millones de plataneras en Asia desde la década de 1980.

El hecho de que la enfermedad no fue contenida hizo sonar las alarmas en todo el mundo.

¿Sera posible que el banano, la fruta más exportada del mundo y la fuente de nutrientes clave para millones de personas, esté en peligro de extinción?

La BBC viajó hasta Matanuska, no solo para observar la devastación sino también porque la historia de esta plantación es mucho más que unos racimos de bananas.

Es una historia emblemática de las consecuencias involuntarias del comercio mundial y de la forma en que las soluciones a esas consecuencias podrían provenir de lugares muy poco probables.

Después de nuestros baños desinfectantes, continuamos por un camino de tierra largo y rojo hasta lo que quedaba de la granja. Es sorprendentemente exuberante.

Los racimos cuelgan de líneas de tiro metálicas que llevan cientos de bananas a una planta de procesamiento, donde también reciben el tratamiento de baño antes de ser enviadas en contenedores de la marca Dole a Medio Oriente.

Supervisando esta procesión está Elie Matabuana, el jefe de servicios técnicos de la granja.

Pasa todo el tiempo mirando cada plátano cultivado aquí para ver si exhiben las hojas amarillentas y el olor a podrido revelador que indican que una planta ha sido infectada con la enfermedad de Panamá.

“Cada mañana, lo primero que tengo en mente es: ¿qué puedo hacer para detener la enfermedad?”, dice.

“Es una lucha realmente difícil, pero estamos ganando”, señala, antes de modificar su respuesta. “Vamos a ganar”.

Contención

Pero Elie y el equipo Matanuska están librando una batalla cuesta arriba. La enfermedad se ha extendido rápidamente en los últimos cinco años.

“Cuando llegué por primera vez a Matanuska, fue justo después de que identificamos el patógeno y en ese momento la granja era sencillamente hermosa”, dice el profesor de la Universidad de Stellenbosch Altus Viljoen, quien fue el primero en confirmar que la enfermedad había escapado de Asia.

“Sabía que eso podría cambiar. Pero nunca imaginé el alcance de ese cambio y cuán severo sería”.

Hoy, solo quedan 100 hectáreas de las plantas de banano originales de Matanuska.

De los 2.700 trabajadores de la granja, casi dos tercios han sido despedidos, lo que ha afectado seriamente a la economía de la zona.

La contención y la búsqueda de una cepa de banano resistente, se ha convertido en una prioridad apremiante.

Se estima que más de medio millón de personas están empleadas en la industria bananera en Mozambique.

“Mala suerte”

Los países vecinos como Tanzania, a solo 600 kilómetros al norte de Matanuska, también dependen del cultivo del banano para una parte importante de su actividad económica.

Y aunque se cree que el tipo de banano cultivado para sustento en Uganda y Congo, donde los residentes obtienen aproximadamente el 35% de sus nutrientes diarios a partir de la fruta, es resistente, nadie lo sabe con certeza.

“Todos los países africanos están preocupados por lo que está sucediendo en Mozambique”, dice Antonia Vaz, directora de patología de plantas en el Ministerio de Agricultura de Mozambique.

Asegura que el gobierno mozambiqueño ha implementado medidas de control para garantizar que la enfermedad no infecte la parte norte del país.

También se apresura a señalar que la enfermedad no es endémica de Mozambique. El gobierno cree que vino en las botas de dos trabajadores de Filipinas.

“Fue muy, muy mala suerte”, dice ella.

Cada año, más de US$12.000 millones en bananos, principalmente de la variedad Cavendish, se exportan a nivel mundial por lo que se ha ganado el título de “la fruta favorita del mundo”, tanto por valor como por volumen.

Sin cura

Por lo general, cuando hay millones de dólares en juego, las soluciones no son tan difíciles de encontrar.

Pero el problema en la lucha contra la enfermedad de Panamá es la forma en que se cultivan las bananas en la actualidad.


Las frutas que se comen en muchos países son de la variedad Cavendish y a menudo se cultivan con exclusión de todos los otros miles de tipos de bananos que hay en el mundo.

Cultivar una sola variedad de una planta, monocultivo, es una práctica que se hizo cada vez más común en el mundo en toda clase de plantaciones.

El problema es que los monocultivos son increíblemente susceptibles a las enfermedades.

Lo que hace que la historia del banano sea aún más grave es que el Cavendish es estéril. Las nuevas plantas se producen asexualmente, de manera que son genéticamente idénticas a las de la generación anterior.

Por lo tanto, es inútil esperar que la evolución eventualmente produzca un banano resistente; la selección natural no puede salvar al Cavendish.

Nueva Esperanza

Ante tal situación, ¿por qué seguir plantando bananos en Matanuska?

Por dos razones:

Una es que “si esa tierra simplemente se abandona y la gente comienza a moverse por allí, nadie sabe quién va a transmitir la enfermedad”, explica el profesor Viljoen.

La otra es la esperanza.

La estadounidense Tricia Wallace es una ex banquera de inversiones que ayudó a arreglar el financiamiento para la plantación cuando la idea de que algo creciera en esta parte del mundo parecía un espejismo en el desierto.

“La gente venía de otras partes de Mozambique y no podían creer que esta granja existiera aquí y lo estaba haciendo en esta escala”.

Wallace dice que sentía la obligación de asegurarse de que la gente de aquí no se diera por vencida, razón por la cual terminó abandonando su trabajo bancario para administrar la granja.

Ella ha invertido mucho, tal vez más que cualquier otra plantación en el mundo, en un tipo particular de banana Cavendish taiwanesa que se conoce como Formosana.

Es esta cepa la que podría ser la respuesta a los problemas bananeros del mundo, y lo que Matanuska necesitará para sobrevivir.

Y hasta ahora los resultados son prometedores: 200 hectáreas de Formosana están creciendo. Si bien algunas de las plantas se enferman, parecen ser más fuertes y capaces de luchar contra ella.

Por lo tanto, una enfermedad de Asia, transportada a África podría terminar con una solución, que luego sería enviada a todo el planeta.

Después de todo, el banano tiene forma de bumerán, señala Wallace.

“Si esto funciona, creo que hay un gran beneficio no solo para el resto de la industria bananera en Mozambique, sino para la región y el mundo en general”.

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