El mártir salvadoreño monseñor Romero fue beatificado el 23 de mayo de 2016 en la capital de El Salvador ante cientos de miles de devotos y presidentes de varios países reunidos en la plaza Salvador del Mundo.
La beatificación fue oficiada por el cardenal Angelo Amato, el enviado especial del papa Francisco, quien sí que celebrará la canonización de este santo.
Romero podría ser canonizado en el Vaticano junto con el papa Pablo VI a finales del próximo mes de octubre en Roma, al final del Sínodo de Obispos sobre los Jóvenes, convocado del 3 al 28 de octubre.
Otra opción sería una posible canonización en El Salvador o en Panamá en enero de 2019, donde Francisco tiene previsto viajar para la Jornada Mundial de la Juventud.
En marzo de 1994 se abrió el proceso de beatificación del prelado y tras concluirse su fase diocesana, que redacta el informe sobre la vida, en 1997 pasó a la Congregación de la Doctrina de la Fe para que diese su autorización.
El proceso vivió una fase de estancamiento hasta que en 2005 la Congregación para la Causa de los Santos dio el visto bueno para que continuase, y con la llegada del papa Francisco en marzo de 2013 ha habido una aceleración de la beatificación de Romero.
La condición de “mártir” fue la que encontró más objeciones durante este proceso pues para un sector más conservador de la Iglesia beatificar a Romero habría sido como llevar a los altares a la Teología de la Liberación, corriente teológica que nació en la Iglesia católica en Latinoamérica, de supuestas ideas marxistas, y que se caracteriza por poner a los pobres en el centro de la Iglesia.
Según esta condición de mártir “in odium fidei”, los teólogos no juzgan la posible intención política del asesinato del arzobispo, sino el intento de llegar al amor por la justicia y la predilección por los pobres que Romero manifestaba en su idea de Iglesia, de acuerdo con algunos testimonios recogidos en los fascículos del proceso.
Para la canonización, sin embargo, era decisivo reconocer un milagro por su intercesión.
Según palabras del cardenal Gregorio Rosa Chávez, el milagro atribuido al beato Romero fue la curación de un cáncer incurable de una mujer.