Eso no quiere decir, sin embargo, que un filme como Avengers: Infinity War esté alejado de elementos narrativos interesantes, principalmente desde un plano emotivo y al menos no de la forma que nos ha acostumbrado. En la película más reciente de Marvel se prescindió de ejercicios tradicionales en la franquicia, como una introducción progresiva de los personajes, porque, claro, es innecesario, pues las 17 películas anteriores lo hicieron.
Avengers: Inifity War sí es, en cambio, una construcción de Thanos, quien hasta esta película siempre había sido un personaje aislado, omnisciente, que se sentaba en una silla y con unas palabras ordenaba la destrucción de sistemas estelares completos. Ahora se le ha visto, interpretado por Josh Brolin, en su color azul, altura portentosa, cuerpo tonificado y fortalecido, con un guante capaz de destruirlo todo con un chasquido de dedos.
Pero lo de Thanos va más allá de la fuerza bruta. Puede que eso sea lo más interesante de Infinity War: un villano capaz de sentir, llorar, combatir y, de alguna forma, tener una causa clara, un mal del que siempre se le achacó a Marvel, con antagonistas predecibles y, de alguna manera, irrelevantes.
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La penúltima película de los Avengers pretende justificar toda una franquicia. Lo hace bien al mostrar una faceta inédita dentro de un villano en la saga, que recuerda —con discreción— al Joker (Heath Ledger) de Nolan. Los diálogos alrededor de Thanos nos ayudan a descubrirlo, en cierta manera a entenderlo aunque, como es Marvel, jamás a estar de acuerdo con él.
Por eso el desenlace entre él y Gamorra su hija, conmueve; la pelea en Wakanda contra los héroes inquieta y el final con el tronar de sus dedos y los “súper” desvaneciéndose perturba tanto. En especial cuando vemos la sonrisa de Thanos ante un paisaje hermoso, mientras la melodía de un piano da paso a los créditos finales.
Los hermanos Anthony y Joseph Russo recibieron en sus manos uno de los productos mejor valorados de la actualidad y lo pulieron para satisfacer a una generación que confía su entretenimiento en una sala de cine. Después del éxito de Captain America: Winter Soldier, la dirección de los hermanos Russo fue la adecuada para darle la razón a Disney en invertir los millones de dólares.
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Eso no implica que el largometraje sea infalible. Con la gran cantidad de personajes dentro de la historia, el guion apresura la desaparición de algunos. Ese es un mal del cine y el bien de las series, que con más horas de tiempo en pantalla pueden elaborar en los cómo y porqués. Algunas decisiones se ven forzadas, como la que lleva a los guardianes de la galaxia a encontrarse con Thor o la que lleva a Steve Rodgers y su equipo con Vision y Wanda.
Pero eso es también ser mordaz con una película que no pretende serlo. Quizás lo más molesto de Avengers: Infinity War es el final, porque es perturbador y por primera vez observamos a unos superhéroes derrotados. Aunque es también una roncha en la piel que picará hasta mayo de 2019, cuando se estrene Avengers 4, donde sabremos si nuestros ídolos se fueron para siempre, y si Thanos es vulnerable.
Eso, claro está, con la antesala de Captain Marvel, de quien se devela una primera muestra en la última escena de la película.