PUNTO DE VISTA
El retorno de la tribu
Mario Vargas Llosa en su más reciente y excelente libro La llamada de la tribu, nos recuerda que Karl Popper “llama “espíritu de la tribu” al irracionalismo del ser humano primitivo que anida en el fondo más secreto de todos los civilizados, quienes nunca hemos superado del todo la añoranza de aquel mundo tradicional —la tribu— cuando el hombre era aún una parte inseparable de la colectividad, subordinado al brujo o al cacique todopoderoso, que tomaban por él todas la decisiones, en la que se sentía seguro, liberado de responsabilidades. El “espíritu tribal”, fuente del nacionalismo, ha sido causante, con el fanatismo religioso de las mayores matanzas en la historia de la humanidad”.
En efecto, de acuerdo también a mi antiguo profesor Manuel García Pelayo, el hombre es un ser racional e irracional al mismo tiempo y que, por lo tanto, entendemos al mito y a la razón como dos formas contrapuestas que tiene el hombre de instalarse en el mundo y de interpretar ese mismo mundo. Dentro de esta perspectiva, mito y razón constituyen algo imperecedero en la naturaleza humana y por ende existen nunc et semper en la historia de la humanidad. Lógicamente, a través de las distintas épocas históricas podemos descubrir períodos en los cuales hay un predominio de uno de los dos esquemas interpretativos. Simplificando un poco 1os últimos dos milenios en la historia de la Civilización Occidental, podríamos afirmar que a una época más o menos racionalizada le sigue otra con un relativo auge de lo irracional. Después del racionalismo grecorromano nos encontramos con el misticismo de la alta edad media, seguido por una reacción de la razón que, desde la baja edad media y a través del Renacimiento logra “endiosarse” en el “Siglo de las Luces”. Los excesos “infantiles” de los últimos iluministas ya se dan en una atmósfera romántica mucho más sensible a las dimensiones irracionales del hombre. El ingenuo positivismo decimonónico prende de nuevo el “bombillo” de la razón sólo para ser apagado una vez más por el “antintelectualismo” de las primeras décadas del presente siglo. Después de 1945 y a raíz de la sangrienta “gotterdammerung” nazi-fascista hemos entrado nuevamente en una época centrada en la racionalidad. En la actualidad, la globalización, como la ilustración, es un fenómeno poderosamente uniformizante, integrador, nivelador y racionalista, que está fomentando una fuerte reacción particularista y nacionalista. Al mismo tiempo, se habla nuevamente de la “muerte de la razón”. Después de décadas de predominio de una cultura “racionalística”, se advierten los signos de una reacción irracionalista que, en su aspecto negativo, se concreta en el resurgimiento de la xenofobia, del fundamentalismo, del racismo, del antisemitismo, del proteccionismo, del terrorismo y del sectarismo milenarista y apocalíptico, un verdadero “retorno de los brujos”. Si este irracionalismo se mezcla de nuevo con el nacionalismo, corremos el riesgo cierto de asistir al “retorno de lo trágico”, a la exhumación del totalitarismo político, con su inevitable cauda de violencia y barbarie. Vargas Llosa advierte de que “reaparecen líderes carismáticos gracias a los cuáles la ciudadanía retorna a ser masa enfeudada a un caudillo, sumisa a sus dictados”.
La última década del siglo pasado se caracterizó por un ingenuo optimismo, después de la caída del muro de Berlín se hablaba del “fin de la historia” (Fukuyama “dixit”). Hoy la historia ha regresado “con gusto” y ciertamente vivimos en un mundo más peligroso e incierto.