LA BUENA NOTICIA
Gratitud, Esperanza, Compromiso
Afirmaba M. T. Cicerón (106-43 a. C.): “Tal vez la gratitud no sea la virtud más notoria y común, pero sí es la madre de todas las demás”. Asumiendo su enseñanza, quisiera con sencillez hacerme eco de todos aquellos afectados por las erupciones del Volcán de Fuego en Escuintla, de quienes puedo testimoniar su enorme gratitud, mezclada naturalmente con las lágrimas y el desconcierto de un mundo desaparecido, pero capaces de agradecer y esperar.
“De verdad, muchas gracias a los que nos acogen, nos hacen vivir y a quienes no conocemos personalmente”, decía una madre de familia de la extinta aldea San Miguel Los Lotes, recibida con sus niños en la parroquia N. Sra. de Guadalupe (zona 2 de Escuintla). “Los pobres saben agradecer, aunque no pensemos en ellos tan a menudo” (G. Roberti, 1967).
Así, entre los escombros de erupciones aún latentes, entre imágenes del impacto natural debido no a un “Dios destructor”, sino comprensibles en la realidad del cuarto país más vulnerable del mundo, surge la gratitud que vence la angustia. Por cierto, es una pena que el registro de la vulnerabilidad de Guatemala sea un dato científico, pero no oficial, porque no se ha hecho así ante las naciones, tarea pendiente para el gobierno de la Nación.
A la acción de gracias hacia tantos millones de guatemaltecos e instituciones de comunidad, a los medios de comunicación nacionales e internacionales, a las iglesias de credos variados, oenegés de todo tipo y pensamiento, familias enteras de interior, migrantes que envían su apoyo, al papa Francisco que no se ha hecho esperar y a quien se agradece ser “imagen viva de la misericordia divina” que “se pone en los zapatos del otro y siente con él”.
A todo ello se suma la invencible esperanza. También personalmente la he encontrado pues, más allá del dolor que se niega a dejar sepultados a los seres queridos desaparecidos, los niños visitados quieren “regresar a estudiar” y muchos hoy desempleados, anhelan volver a trabajar honradamente, sin caer en la dependencia que muchos suponen. Toda ayuda económica recibida de parte de la Diócesis de Escuintla puede ser informada —siguiendo, claro, el estatuto legal institucional— a quien lo desee. Y esto produce esperanza en tiempos de la desconfianza, de “la teoría de la sospecha” que lamentablemente marca la historia nacional actual.
Sí, esperanza, de que la memoria chapina no traicione con el olvido, porque “nadie da tanto como el que da esperanza” (A. France, 844-1924). Ya la visita a los empobrecidos es un gesto para su dignificación, aunque no se lleve mucho, sino un gesto de amor, como bien lo hacen hoy varios psicopedagogos en los albergues escuintlecos.
Y a la gratitud y esperanza se une por la lógica inercia de la humanidad y de la misericordia, el compromiso de buscar una “Guatemala distinta” en: 1) Instruir sin temor a las jóvenes generaciones de la fragilidad natural del país, 2) dar condiciones mejores de habitabilidad para los más o menos 5 millones que habitan laderas, playas, barrancos, 3) responder como toca al Estado con acciones hoy más que nunca auditadas por la sociedad y el mundo para una reubicación pronta y digna de los afectados. Tarea, en fin, de todos quienes como guatemaltecos han sabido dar lo mejor de sí mismos, con aquella espontaneidad que debería ser perdurable, pero que también es un don de Dios a la sencillez chapina, como lo dijo el mismo Jesús: “Yo te bendigo, Padre, porque has revelado estas cosas a los sencillos de corazón” (Lc 10,21).
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