AL GRANO

¿Qué nos ha planteado Vargas Llosa?

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No me refiero aquí a la novela Tiempos recios como tal, sino a los planteamientos indiscutiblemente extraordinarios e importantes que Mario Vargas Llosa formuló ante un teatro lleno, a tope, flanqueado por dos panelistas –Carlos Sabino y Francisco Pérez de Antón— que también han investigado y escrito sobre la historia de Guatemala. El uno como historiador, el otro como novelista.

' Los planteamientos de Vargas Llosa llegan a la médula de muchos problemas, como proyección de una historia que, según él, no fue.

Eduardo Mayora

Por mucho que, según fue mi impresión, los panelistas intentaron llevarlo por los cauces de su estilo literario, de las motivaciones para escribir esta novela o su relación con otros de sus trabajos, Vargas Llosa dijo lo que había venido a decirnos: Jacobo Árbenz Guzmán no es quien ustedes creían.

Además, vino a decirnos que se nos ha engañado deliberadamente. Sí, que durante setenta años se nos ha negado la verdad, que se nos han fabricado cuentos, que se ha montado toda una mitología sobre Árbenz, sus convicciones, sus ideales y sobre el papel que jugaron la Ufco, el gobierno de los Estados Unidos y el propio Castillo Armas.

Dicho de otra forma, un premio nobel de Literatura nos ha venido a decir en la cara que la Revolución de 1944 no fue ni lo que las izquierdas ni las derechas hasta el día de hoy han creído, que Árbenz no era comunista sino capitalista, que se han falseado los hechos masiva y deliberadamente sobre ese período tan importante de nuestra historia por más de siete décadas, pero como los guatemaltecos tenemos ese temperamento tan flemático que cuesta creerlo, nos hemos quedado ahí sentados y apenas hemos soltado unos aplausos. Como cuando el gran novelista dijo que Guatemala es bella…

Verdaderamente me parece de una importancia excepcional la idea de que la figura de Jacobo Árbenz deba ser rescatada, no por las izquierdas, sino por los auténticos liberales de Guatemala. Vargas Llosa ha quedado convencido —y ha intentado convencer a la humanidad escribiendo Tiempos Recios— de que la agenda reformista del segundo gobierno de la Revolución iba tras la implantación de un capitalismo moderno “a la americana”. Que las expropiaciones —indemnizadas, como él mismo acotó— no tenían por objeto poner en tela de juicio la propiedad privada, sino llevar a los campesinos la posibilidad de actuar en los mercados con base en dichos derechos de propiedad; que la abolición de ciertos privilegios fue con el objeto de implantar la libre competencia y que nunca le pasó por la mente a Árbenz darle a la Unión Soviética injerencia en Guatemala.

Tanto del lado conservador como del lado progresista, estoy seguro, las cejas se arquean y los ojos se abren en un gesto de escepticismo y se preguntan algo así: ¿cómo es eso de que nos han engañado todos, sobre todas las cosas, todo el tiempo? El planteamiento del premio nobel es peculiarmente interesante, creo yo, justamente porque esta idea es muy difícil de creer. Además, hay hechos objetivos que son innegables y que arrojan dudas –Carlos Sabino comentó de paso el hecho de que el gobierno arbencista tuviera una presencia desproporcionada de conocidos izquierdistas—, con lo cual es muy probable que las izquierdas de hoy en día tampoco estén dispuestas a mirar las reformas de aquel líder como de corte capitalista.

Hago votos porque este gran escritor hispanoamericano no nos vaya a dejar sólo sus entrevistas durante su visita y su presentación teatral, como lo fue. Espero que nuestros historiadores revuelvan las fuentes y se sientan compelidos a reaccionar a unos planteamientos, insisto, extraordinarios.

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