“Ellas me dan la voz y yo utilizo mi cuerpo como un medio”, cuenta a Efe Galindo (Ciudad de Guatemala, 1974), que desde su propia experiencia como mujer, guatemalteca y mestiza ha sufrido la intolerancia y opresión.
El mensaje que nace de esta instalación, no por casualidad llamada “Lavarse las manos”, es profundamente político, y apela a la conciencia de los ciudadanos del primer mundo, los beneficiados por la colonización e intervención sobre los países del Sur global que sigue existiendo, señala.
La artista, que recibió el León de Oro a la mejor artista joven en la bienal de Venecia en 2005, ha presentado esta acción y posterior instalación en la Real Academia de España en Roma para “romper el estereotipo que se tiene de los migrantes en los países poderosos”.
Antes del performance, lavarse las manos
Antes de la performance, el público debe lavarse las manos, una manera de asimilar su responsabilidad en lo que va a escuchar, grabaciones en la lengua materna de cada mujer contando su testimonio.
“Lo que me interesaba mostrar era cómo estas mujeres, a pesar de la violencia sufrida, tuvieron la fuerza para seguir siendo las líderes y las guerreras que son”, apunta Galindo, quien reconoce que sus historias le ayudaron a dejar de sentir miedo en Guatemala, “uno de los peores países para nacer y ser mujer”.
El trabajo de Galindo, muy relacionado con las performances y el body-art, ha tratado siempre los conceptos de discriminación racial y de género, un problema especialmente grave en Guatemala, donde las mujeres y los indígenas sufrieron en mayor medida la consecuencia de la guerra que asoló el país durante 36 años.
“Los caminos tortuosos que todos han tenido que pasar son similares”, explica la artista sobre los migrantes en los que basa su trabajo, “pero sobre los cuerpos de las mujeres está la carga de la violencia sexual”.
En Guatemala se da un promedio de dos muertes de mujeres por día, y cuando estos cuerpos aparecen “previamente han sido torturados y violados”, alerta Galindo, quien cree que los testimonios expuestos son un ejemplo de cómo se puede cambiar radicalmente esta situación.
“El proyecto no hubiera sido posible si yo no soy guatemalteca”, afirma la artista que, además de escuchar lo que contaban estas mujeres, pudo compartir su bagaje con ellas.
Voces anónimas del dolor
En las salas se escucha la voz de una mujer de Somalia, que huyó de un matrimonio forzado para llegar a Libia, donde sufrió torturas durante meses antes de conseguir llegar a Italia, o el de otra mujer, del Kurdistán turco, cuyos hermanos fueron asesinados por cantar y escribir poesía en kurdo.
Galindo considera un “honor” que en la última sala se escuche la voz de una mujer congoleña que denunció un fraude electoral en su país, y por ello fue torturada y violada, y que acusa directamente a la comunidad internacional que “no reacciona porque es cómplice de los crímenes”.
Todas ellas permanecen anónimas, ya que siguen perseguidas en sus países, y han cedido para el proyecto sus armas más potentes, la voz y las ropas que consiguieron salvar en una larga migración.
“Lavarse las manos” es solo una parte de un proyecto más amplio, “Cuestiones de estado”, que viajará primero a la Casa de América en Madrid, donde hablarán varios migrantes senegaleses residentes en España, y después irá a Guatemala.
Guatemala, “me angustia mucho”
“Esta es la parte más triste de todas, a mí me angustia mucho”, apunta Galindo, ya que los testimonios en este caso son de cinco familias que han perdido a cinco niños en los “campos de concentración y muerte” de EE.UU.
La artista, cuyo país fue uno de los puntos de origen y tránsito de la caravana de migrantes hacia Norteamérica, ha vivido muy de cerca estas historias de migración y confiesa que ella misma ha pensado huir ante la “terrible situación” del país.
Cuenta que, después de escuchar a las protagonistas de su proyecto, sintió más fuerza para resistir y hacer frente a la carga del racismo y el machismo que desangra Guatemala.
“Si estas mujeres han podido salir adelante, yo también podía”, concluye.
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