LA ERA DEL FAUNO
Se solicitan vieux terribles
La película Madame Marguerite narra la vida de una mujer víctima de su ego y del engaño. La elogian porque esperan sus favores. Le hacen creer que es una gran cantante cuando la verdad canta como rana. Es la historia de muchos. El filme recoge un periodo encendido del vanguardismo lleno de insolencia en una sociedad polarizada por la hipocresía y el anarquismo.
A propósito de la película terminé preguntándome por qué artistas como Joaquín Orellana o Xavier Pacheco provocan tanta fascinación. Además de su talento, ha de ser por su valor y porque transformaron el arte y la sociedad. Nada sumisos, avanzaron con denuedo bajo los aguaceros de las décadas, hasta el final, lo cual para muchos es insoportable. Pacheco (fallecido en 2016), cuando en ceremonia oficial le iba a ser puesta la Medalla Efraín Recinos, dijo que el Ministerio de Cultura era un ente inculto e ignorante, les dejó botada la condecoración y se marchó no sin antes gritarles “Ministerio de mierda”. Esos lujos no se los puede dar cualquiera. Se alcanzan con los años y una mística transgresora. Lo demás son berrinches de juventud, alegatos de artista medio. Pacheco fue el viejo terrible del teatro. No tenía consideraciones ante estamentos flojos. No respetada, según sus palabras, ni a su padre, pues, como me dijo en una oportunidad, “le tenía miedo porque era Hitler”.
Si pienso en personajes actuales que babean con falsos elogios, que reciben arrodillados las medallas que les inventan por sus virtudes ficticias, como a Marguerite, viene a mi mente —no lo creerán— el presidente. Opongo, claro, lo ruin a lo transgresor, pues si pienso en términos de entereza, en viejos terribles, acude el Tecolote Ramírez Amaya. Testarudo, como quieran, pero es uno de los más brillantes artistas de Latinoamérica. Lo visitaba, por cierto, en su casa por San Lucas, García Márquez quien le prologó uno de sus libros de dibujo.
En los años setenta, el Tecolote tuvo la intención —creo que con otros artistas— de crear la imagen de una Virgen del Quetzal, la de los pobres. Si había una de Guadalupe inventada para bajarle el mosh a los indígenas y sus rituales; si había una Virgen de los Sicarios o un Cristo de Esquipulas que había sido nombrado comandante del MLN, por qué no habría una virgencita de los pobres, con su fusil. A esos niveles de lo terrible me refiero. A estas alturas, obligado estoy a definir mis categorizaciones. Viejo terrible de la literatura se lo atribuí por vez primera al Bolo Flores. Como muchos de ustedes sabrán, la categoría matriz es Enfants terribles y fue referida hace más de un siglo a los escritores que cruzaron su juventud con un cerdo en la mano, es decir, que desafiaron a su sociedad burguesa y relamida.
Muchachos insoportables aportaron nuevos códigos artísticos y de rebeldía. No bastaba tener ideas, era necesario el genio explosivo del poeta que paseaba por París con un cerdo como mascota. Verlaine incluyó en su libro Poetas malditos (1884) a Rimbaud, Baudelaire, Tristán Tzara, Breton, Mallarmé. Los amos del desacato. Esa clasificación es aplicable a Lautréamont, Artaud, Keats o Poe. Algo de eso también lo aporta Rubén Darío en su libro Los raros (1905). La película no describe todo ello, pero enfoca la transgresión de los vanguardistas.
El panorama es machista, lo sé, como machista es la historia oficial del arte. La buena nueva es que, así como son mujeres las que han denunciado la corrupción en nuestro país y han propiciado cambios favorables, también el mundo empolla muchachas terribles. Son el grito opositor. Viene a mi mente Rebeca Lane.
@juanlemus9