LA BUENA NOTICIA

Fundamento de la ley moral

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En cierta ocasión, Jesús criticó a sus adversarios fariseos por exigir la observancia minuciosa de preceptos rituales mientras que recurrían a argumentos especiosos para dispensar del cumplimiento de preceptos morales.  Concretamente les decía que se preocupaban de cumplir hasta la minucia los ritos para suprimir esa descalificación o impureza personal que adquirían los judíos por ir al mercado (algo totalmente ajeno a nuestra cultura), mientras que fácilmente encontraban excusas para exonerar a una persona de la obligación de cuidar del propio padre anciano.  Los primeros son preceptos humanos, decía Jesús, aunque sean ritos derivados de la Biblia y quien los observa pretenda agradar a Dios.  El segundo es un precepto divino, que aunque está en la Biblia, tiene su fundamento en la realidad social humana, según la cual razonable que los hijos tengan la obligación de sostener o proveer por sus padres ancianos.  No es un precepto religioso, sino de ética natural.

En esta clarificación de Jesús están implícitas ciertas distinciones imprescindibles para conocer el alcance e importancia de las leyes y su obligatoriedad. Algunas leyes son creadas por el hombre, como las leyes de tránsito, que tienen el propósito meramente instrumental de lograr que los vehículos circulen con seguridad. Son leyes prácticas, que se pueden cambiar para lograr que cumplan mejor su propósito. Pero las leyes morales orientan la conducta personal y social de la persona y de las comunidades, de modo que se promuevan las acciones que construyen la dignidad personal, la justicia, la convivencia pacífica y se supriman las acciones que las destruyen. Las leyes morales básicas y fundamentales son de valor universal, de vigencia perenne. Preservan la vida personal, la integridad de la familia, el valor del trabajo, la convivencia social. Son de origen natural, aunque muchas veces adquieren valor religioso y divino.

Los Diez Mandamientos de la tradición judeo-cristiana son de esta categoría. Son mandamientos morales. En la Biblia los promulga el mismo Dios. Pero su consistencia no deriva de Dios que los promulgó, sino de la realidad humana y social que protegen, cuidan y fomentan. El mandamiento de “no robar” tiene el propósito de preservar el dominio del trabajador sobre el fruto de su trabajo y propiedad; el mandamiento de “no cometer adulterio” tiene el propósito de preservar la integridad del núcleo familiar; el mandamiento “no matarás” tiene el propósito fundamental de salvaguardar la dignidad y la inviolabilidad de la vida humana. Estos mandamientos tienen su fuerza en que prohíben acciones que destruyen la convivencia humana y la dignidad de las personas. Que Dios los promulgue como su ley les da valor religioso, pero no son mandamientos religiosos. Son mandamientos morales de orden natural.

El argumento sirve para esclarecer el asunto de la inmoralidad del aborto. Muchos creen que como la oposición al aborto viene mayoritariamente de parte de personas creyentes cristianas, judías, musulmanas, la prohibición del aborto sería una ley religiosa, válida para los creyentes, pero estorbo para quienes no lo son. El aborto, dicen, debería ser lícito en un estado no confesional. Pero la realidad es muy otra. El aborto es una forma de matar. Se basa en la ley moral natural, de que toda vida humana inocente y sobre todo indefensa, dependiente e incipiente debe ser preservada como valor absoluto. El aborto es inmoral, no porque Dios lo prohíba, sino que Dios lo prohíbe porque es inmoral. Si la gente religiosa es más sensible a esta verdad, es porque la religión ayuda a mantener más diáfana la relación con la realidad personal y social.

mariomolinapalma@gmail.com

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