CON NOMBRE PROPIO
Un exrector traicionero
El 26 de abril de 1974, un poco después del fraude electoral que entronizó a Kjell Laugerud como presidente, Jafeth Cabrera Franco recibió su toga con ribetes amarillos. Su alma mater en aquel momento tenía 298 años de fundación, habiendo sido una de las primeras de la América española y se encontraba bajo la censura del gobierno de Arana. El nuevo galeno se sintió orgulloso y juró: “Estableceré el régimen de los enfermos de la manera que les sea más provechosa según mis facultades y mi entender, evitando todo mal y toda injusticia. No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos, ni sugeriré a nadie cosa semejante… pasaré mi vida y ejerceré mi profesión con inocencia y pureza”, entre otros compromisos éticos legados por Hipócrates.
Al languidecer el primer gobierno de la nueva democracia, el doctor Cabrera Franco fue electo decano de la Facultad de Ciencias Médicas de la Usac, de 1990 a 1994 ejerció la más alta autoridad que médicos y estudiantes de medicina confieren a quien consideran un buen maestro, fue decano para el Serranazo en 1993, situación nada fácil para quien estaba comprometido con su país, dejó la decanatura en 1994, pero ese mismo año fue electo por la mayoría del Cuerpo Electoral Universitario como rector magnífico de la Tricentenaria, cargo que ocupó hasta 1998.
Como rector llevó las riendas de la universidad más importante para la firma de la paz. La Universidad de San Carlos por mandato constitucional debe promover por todos los medios a su alcance la investigación en todas las esferas del saber humano y debe cooperar al estudio y solución de los problemas nacionales. Siendo rector propuso una terna para integrar a uno de los integrantes de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) junto con los rectores de las universidades privadas, habiendo sido mi padre Édgar Alfredo Balsells Tojo el nombrado, honor que nuestra familia siempre agradeció, pero la universidad jugó un papel más que básico y fundamental en varias de las comisiones integradas y cooperó en los desafíos del proceso de paz.
En nuestro diseño constitucional, el vicepresidente es el máximo mecanismo de control dentro del Organismo Ejecutivo y en especial para el Presidente de la República, esto por dos cuestiones, la primera es que no puede ser destituido, y la segunda, el vicepresidente coordina la labor de todos los ministros de Estado. En una república los controles políticos del poder son fundamentales y por ello es que nuestra figura vicepresidencial es especial con muy poca similitud a los cargos análogos en el derecho comparado.
El viernes recién pasado ver al exdecano, exrector y vicepresidente rodeado de militares vistiendo botas, uniforme y pistola al cinto a la par de un presidente perdido y abandonado, parado y mudo en un mensaje presidencial de amedrentamiento a las cortes y a la ciudadanía bajo la máxima “la Constitución soy yo” frustra, porque el doctor Cabrera Franco por años tuvo como panorámica desde la rectoría la Plaza de los Mártires, que recuerda a profesores y estudiantes asesinados por el delito de pensar distinto, y cientos de universitarios que legaron su vida para un país con más conocimiento y menos pobreza, así que la historia no le es ajena.
De Jimmy Morales puede esperarse cualquier cosa, pero del doctor Cabrera es distinto, sus actos son dolosos y eso a quien fue el representante de la libertad del conocimiento no se olvida porque es traición. El teatro del viernes deja el debate de si Cicig es conveniente o no, en otro plano, la amenaza rodeada de verde olivo y un médico con aspiraciones de represor cuesta creerlo, más aún cuando juró de por vida evitar todo mal y toda injusticia.
@Alex_balsells