Sobre las diferencias entre las dos presentaciones, Santos expone que la ventaja que tuvieron en ese país europeo es que el presupuesto era amplio y flexible, pero el problema era la fluidez de comunicación por cuestiones de idioma, porque la intérprete no logró transmitir con exactitud a los músicos la información de lo que se esperaba de su ejecución.
“La realidad y circunstancias griegas son distintas a las nuestras. Aquí estamos con nuestra gente. El hecho de tener una historia en común nos permite conectarnos mejor en la realización del proyecto”, indica Santos.
“En Grecia, el coro de 70 personas era de alta calidad y muy técnico, pero les faltó emitir el sentimiento que aquí se logra por estar inmersos en el mismo problema social”, explica Orellana. “Además, en Atenas no quisieron hacer efectos especiales con la voz o los hacían de un modo muy frío. Aquí, esos efectos salen muy bien”, añade.
Otro de los inconvenientes por los que pasaron fue a causa de la burocracia aduanera de Grecia, puesto que los útiles sonoros —creados por Orellana y que son híbridos de esculturas e instrumentos musicales que emiten sonidos particulares— se los entregaron solo días antes del concierto, por lo que Santos tuvo muy poco tiempo de pulir aspectos interpretativos. “Aquí hemos ensayado por tres o tres horas y media a la semana por mes y medio con los 20 percusionistas de los útiles sonoros, por lo que es algo favorable para la producción”, agrega Santos.
Por otro lado, en el Teatro Megaron de Atenas, donde se estrenó la obra, por cuestiones de espacio no se pudieron ubicar todos los útiles sonoros —alrededor de 70 como imbaluna, pinzafer, bazukimbas, tecoclac o troam— para que conjuntamente con la marimba fueran los protagonistas en el escenario, por lo que algunos no se usaron o quedaron escondidos de la vista del público.
“Hemos tenido el apoyo del técnico del Teatro Nacional para que esto no suceda, a quien le proporcionamos un bosquejo sobre cómo queremos que estén ubicados los instrumentos para apreciarlos como debe ser”, dice.
Los ensayos
En la sinfonía participan alrededor de 175 músicos: 60 coristas adultos —Coro Victoria y Coro Universitario—, 23 coristas niños —Coro Infantil Fundación Carlos F. Novella—, 66 músicos de orquesta, 20 percusionistas, siete marimbistas, un declamador, un controlador de sonidos pregrabados y el director.
Por ende, los ensayos se llevaron a cabo por separado: músicos, coros y percusionistas, quienes se unieron en un ensayo preparatorio el miércoles último.
“La Orquesta Sinfónica Nacional está dando todo su apoyo y medios para resolver cualquier eventualidad. La sinfonía es una producción muy cara; pagar a la orquesta y coros sería bastante oneroso, por lo que no fue posible darle a todos sus honorarios. Pero todo ha estado fluyendo muy bien”, afirma Santos.
Sobre su mensaje
Santos se identificó con esta propuesta estética desde la primera vez que la escuchó.
52 minutos dura la obra. Son cuatro partes, basadas en obras de Orellana: sinfónica, Fantoidea, Homenaje a María Tiú y Sacratávica.
“Estoy consciente de la problemática del país. Esta obra es una forma muy singular, clara y directa de transmitir una denuncia de altura”, expone Santos.
Ante la pregunta sobre qué hubiera ocurrido si esta obra se hubiera planeado presentar en la década de 1980, el músico contestó: “La hubieran prohibido. Es increíble y triste, pero sigue vigente, porque nuestra situación no ha cambiado. Orellana es genial, humano y muy sencillo, y su música es así, toma justo lo del ambiente”, añade.
“La sinfonía es un reflejo de la situación sociopolítica. A partir de Humanofonía (1971), mi obra se enfoca en las vicisitudes de nuestro pueblo, cuando escuchaba las voces ambientales en el interior de la república de los resabios de un sufrimiento ancestral. Es una mística enfocada en la realidad social de un pueblo, sojuzgado, sometido, con un alto índice de pobreza y mortandad infantil; es un idealismo muy alto, sin intereses partidistas, tratando de que esta sinfonía pueda servir de concientización”, explica Orellana.
Santos refiere que una de sus partes favoritas de la sinfonía se llama Marimbalzada, acompañada de un poema, en la que la marimba representa al pueblo levantándose en una arenga que causa ansiedad. También está la parte Rachitenej, que es un canto guerrero muy agresivo, cuando el pueblo se lanza al ataque.
“Me gustaría que el público hiciera conciencia de que esta obra no está en el pasado sino que es actual. También, que quede plasmado que Joaquín Orellana es nuestro, conjuntamente con sus obras y útiles sonoros, y que el día en que ya no esté —Orellana—, esa música pertenecerá al país y deberá seguir sonando”, indica Santos.
“Espero que los asistentes puedan captar los mensajes de la sinfonía. Ciertas imágenes sonoras, clara o subliminalmente, expresan la intención de provocar sentimientos a las altas esferas para que puedan hacer algo por las clases desheredadas”, indica Orellana.
Expectativas
“Si en Grecia esta sinfonía impactó, aquí en Guatemala me siento muy contento de que lo que yo expreso hacia mi pueblo sea escuchado, catalogado y absorbido por mi gente”, añade Orellana.
3 meses y medio llevaron los ensayos con el coro, y alrededor de un mes y medio, con los percusionistas de útiles sonoros.
“Como músico, es un honor dirigir una obra de uno de los compositores más importantes de Latinoamérica. Es un gran privilegio, pero es una gran responsabilidad, porque es compleja”, dice Santos.
Los boletos se pueden adquirir en la Orquesta Sinfónica Nacional —3a. avenida 4-61, zona 1— y en taquilla, el día del evento.
Fue un éxito en Grecia
En uno de los videos que muestra el final de la presentación de Sinfonía desde el Tercer Mundo, el 27 de junio del 2017 en el marco del Festival Documenta 14, en Atenas, Grecia, se puede observar que la ovación al maestro Joaquín Orellana pareciera no tener fin.
175 personas, entre músicos de orquesta, percusionistas, coristas, marimbistas, declamador y director participan en esta obra.
Fue considerada un hecho histórico y se la calificó como obra ejemplar para los compositores situados en circunstancia social análoga tercermundista, según el gestor cultural Alejandro Torún Engerberg.
“Una obra mágica”, dijo Dimitri Semsis, maestro concertista de la Orquesta Sinfónica del Estado de Atenas.
“Nunca en mi vida había escuchado una obra así”, expresó Melina Spathari, licenciada en Literatura Española.
“Una música conmovedora e impactante”, así la describió el Coro Municipal de Atenas.
“Sin lugar a dudas, el gran evento fue la Sinfonía desde el Tercer Mundo”, indicó el crítico alemán Hans Herzog.
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