La confusión por muchos años ha tenido una respuesta natural; la evolución nos hizo primero con un cerebro reptil (respirar, dormir, buscar alimento ante la sensación de hambre).
Luego emerge un cerebro emocional, el hipocampo, que mantiene la memoria de lo que considera importante para sobrevivir, y la amígdala, encargada de las emociones. Ahora tenemos la neocorteza, esa parte situada detrás de nuestra frente, constituyéndose en el director de la orquesta. Allí comienza toda planificación y el ejercicio de un emprendedor.
La reciente aparición de lo pensante permite aseverar que estamos en proceso de descubrirlo. No utilizamos de la mejor manera nuestro cerebro compuesto (reptil, emocional y córtex).
Los que lo usaron lo descubrieron: la palanca, la polea, la máquina a vapor, la escritura, el internet, etc. Detrás de todas esas innovaciones hubo emprendedores que entendieron el poder de usar integralmente la evolución.
Un cerebro adulto pesa menos de un kilo y medio y contrario a lo que puede pasar en cualquier otra parte del cuerpo, si en el cerebro ocurre un problema, el más mínimo, nuestra vida cambia radicalmente. Eso para entender lo que significa esta parte de nosotros en realidad.
Los seres humanos aparecemos en el mundo con el sistema medio encendido y con un objetivo central, terminar de pulirlo, adaptarnos a los entornos que debemos vivir y enfrentar.
Por ello podemos ser americanos y crecer en China o en cualquier otro lugar, nacer con un idioma materno y cambiarlo o hablar otro. La mayoría de los animales que nacen con un cerebro terminado no logra ese nivel de adaptación como sí lo podemos hacer los humanos.
Esta realidad es la que debe entender un emprendedor que ingresa a un mercado nuevo, a un sector desconocido, pero que logra comportarse como ser humano utilizando su cableado de tres cerebros.
Es común escuchar que la mayor parte de los emprendimientos desaparecen a los pocos años de ser creados y recordemos razones o argumentos para justificarlo: el mercado, la competencia, crédito, falta de equipo, entre otros. No hay ninguna que no corresponda a toma de decisiones, todas llevadas a cabo en el neocortex.
A la fecha no se ha comprobado que los grandes emprendedores tengan más neuronas que otros, lo que sí es claro es el uso adecuado de sus tres cerebros en la toma de decisiones, lo cual nos permite afirmar que el hardware es el mismo, pero el software de los emprendedores es diferente.
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