EDITORIAL
Estrategias contraproducentes
Las estrategias de varios gobiernos están fallando en el enfoque y búsqueda de soluciones efectivas sobre la masiva marcha de migrantes que intenta llegar a Estados Unidos. La primera gran grieta surge de los numerosos e intempestivos tuits del presidente Donald Trump, que no cesan de amenazar a los gobernantes de Honduras, El Salvador y Guatemala y a las autoridades de México.
Los desesperados llamados de Trump no son los únicos. Lo mismo han hecho los presidentes del Istmo, pero el derecho humano a migrar tiene preeminencia ante los dispositivos policiales y los esfuerzos gubernamentales fracasan para detener a los miles de caminantes, principalmente de Honduras, que buscan escapar de condiciones de extrema precariedad económica e inseguridad.
En un endurecimiento de su postura, el mandatario estadounidense anunció que su país cortará la ayuda Honduras, El Salvador y Guatemala. Solo se puede calificar de ser esta una nueva imprudencia, pues como bien lo han dicho varios integrantes de esa caravana, de esa ayuda ellos se sienten muy poco beneficiados, y más bien consideran que los más afectados serían los gobernantes de estas naciones.
Es urgente que se recupere la serenidad, pues se corre el riesgo de que la polarización siga en aumento, pero, además, de manera indeseable se vayan sumando otros actores, como lo declaró ayer el vicepresidente Mike Pence, quien asegura que el mandatario hondureño, Juan Orlando Hernández, le informó que la caravana es financiada por Venezuela, de lo cual ninguno de los dos ofreció pruebas, e implica que los migrantes fueron convencidos para arriesgar su vida en el largo camino, que incluye el paso por áreas desérticas.
El Departamento de Estado de EE. UU. también debe hacer un supremo esfuerzo por contener la peculiar forma de comunicación del presidente Trump, quien por la vía menos indicada da a conocer sus principales preocupaciones, pero sin que parezcan ser el producto de consensos entre sus principales asesores. La exembajadora en México Roberta Jacobson hizo duros señalamientos en una columna publicada ayer por el New York Times.
Los embajadores de EE. UU. en estas naciones también tienen mucho que aportar en los esfuerzos por disuadir a los migrantes, y esto debe empezar por presentar un cuadro desapasionado de lo que ocurre en el Istmo, pues muchas de las versiones escuchadas de boca de los miembros de la caravana pueden no coincidir con las apreciaciones que llegan a la Casa Blanca.
A medida que la crisis va en aumento también se corre el riesgo de un aumento en las tensiones, con nuevas imprudencias, como hizo ayer el vicepresidente Jafeth Cabrera, cuando al pedirle su opinión sobre el recorte de ayuda de EE. UU. a Guatemala se limitó a restarle importancia a la amenaza, con el argumento de que el país debería salir adelante sin esa ayuda. Esto es correcto en teoría, pero imposible en la práctica.
El mayor problema para los países ahora involucrados en este drama es que, según cálculos de Naciones Unidas, unas siete mil personas podrían marchar en esa caravana. Lo peor es que la migración, lejos de reducirse, se incrementa, lo que indica la necesidad de buscar soluciones en otros escenarios.